Ayer viernes día 5 de octubre el programa PARLA AMB GRACIA, de Radio Gracia (Barcelona), celebró su 22 aniversario. Un motivo más que suficiente para compartir la alegría de que una ventana abierta a las palabras y las sonrisas sobreviva gracias a la generosidad de todos y de todas las personas que lo hacen posible, encabezados/as por el apasionado de las ondas Xavier Miras. Gracias a él, tuve la oportunidad de participar en dicha celebración y lo hice a través de lo que, modestamente, sé hacer mejor. Este fue mi regalo...
Decía el poeta Kavafis que, aunque
puedan parecer un síntoma de cobardía,
las palabras no son inútiles, porque facultan la energía de otros y purifican
el suelo. Y ahora, más que nunca, es preciso darle la razón a mi admirado poeta
de Alejandría. Con ellas articulamos el pensamiento, hacemos posible el diálogo
y generamos libertad y compromiso. Son, parafraseando a otro poeta, un arma cargada de futuro y un
salvavidas para los que no encontramos islas donde naufragar.
La radio, ese espacio mágico en
el que caben todos los sueños, vive y se nutre de las palabras. Por ello sacude
las entrañas y es capaz de seducirnos con más intensidad que las imágenes. Yo,
que necesito la radio tanto como las palabras, no puedo sino sentirme
agradecido ante los hombres y las mujeres que siguen creyendo en el valor de
una y de otras. Por ello, desde este Sur donde ahora los poetas del mundo le
cantan al otoño, y con mi corazón siempre en un Norte al que me unen muchas
cosas que la mayoría de los políticos desconocen, me sumo a la celebración de
este programa.
Un programa que cumple años de
conversaciones y alegría. Un bien, la alegría, que junto a la cultura,
son los únicos que al compartirlos no empequeñecen sino que se hacen más
grandes. Y ese, queridos y queridas oyentes, es el mayor regalo que hoy
celebramos con Xavier Miras y con todos y todas los que con él hacen posible
que cada viernes haya un hueco para la gracia. Recordándonos que, pese a todo, y hoy más que
nunca, es posible seguir tejiendo una camisa blanca de esperanza con la que
arropar a los peces de ciudad que tan hartos estamos de morralla
Los que nos negamos a borrar los tatuajes
de un pasado bucanero y a aceptar que al lugar donde hemos sido felices no debiéramos tratar de volver.
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