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Mostrando entradas de febrero, 2017

SOLO HOMBRES SOLOS FRENTE AL MAR

Más allá del drama excesivo y pretencioso que Manchester frente al mar  termina siendo, lo cual hace que sus virtudes se diluyan con la ayuda inestimable de un metraje al que le sobra como mínimo media hora, lo que más interesante me ha resultado de esta película, solo aparentemente indie, es el retrato que nos ofrece de un hombre herido, que arrastra no solo el pasado trágico que vivió sino también una manera de entenderse a sí mismo que le impide pasar página. En el personaje de Lee Chandler, el solitario y huraño hombre que tiene que volver a su comunidad de origen tras la muerte de su hermano y que deberá hacerse cargo de su sobrino de 16 años, confluyen buena parte de los rasgos que han hecho y hacen de la masculinidad hegemónica un cárcel para los que habitan en ella. Lee es un hombre al que le cuesta expresar sus emociones, incluso articular palabras que generen diálogos, que carece de habilidades para generar empatía, que parece vivir más para dentro que hacia afuera. Un ho

FENCES, EL PODER DEL PADRE

“ El patriarcado consiste en el poder de los padres: un sistema familiar y social, ideológico y político en el que los hombres- a través de la fuerza, la presión directa, los rituales, la tradición, la ley y el lenguaje, las costumbres, la etiqueta, la educación y la división del trabajo – deciden cuál es o no es el papel que las mujeres deben interpretar y en el que las mujeres están en toda circunstancia sometidas al varón” No he podido evitar recordar la descriptiva y acertada definición que del patriarcado hace Adrienne Rich   en su imprescindible   Nacemos de mujer   al ver la película   Fences.  La más que notable adaptación cinematográfica que   Denzel Washington  ha realizado de la obra de teatro de   August Wilson   que ya había triunfado en los escenarios es mucho más que una historia sobre los prejuicios raciales en los Estados Unidos de los años 50. Por encima de ese relato, que efectivamente es central en la película, en ella nos encontramos el retrato perfecto de cóm

FEMINISMO EMANCIPADOR VERSUS MULTICULTURALISMO ACRÍTICO

En los últimos años no han dejado de aparecer en los medios noticias que han tenido como protagonistas a mujeres a las que hemos visto en encrucijadas derivadas de su identidad cultural o religiosa. Hace apenas unas semanas leíamos cómo un juzgado de Palma, apoyándose en la libertad religiosa de la demandante, respaldaba el uso del velo islámico de una azafata de tierra a la que la empresa Acciona se lo había prohibido ( http://politica.elpais.com/politica/2017/02/13/actualidad/1486988386_177187.html ). A principios de año, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos fallaba en contra de un matrimonio musulmán que se negó a que sus hijas fueran a clases mixtas de natación en Suiza ( http://internacional.elpais.com/internacional/2017/01/10/actualidad/1484050734_880287.html ).  Han sido innumerables los casos en los que el conflicto se ha planteado con respecto al uso por parte de menores de símbolos religiosos en la escuela ( http://ccaa.elpais.com/ccaa/2016/09/19/valencia/1474289825_103

SIN MAGISTRADAS NO ES CONSTITUCIONAL

El concepto de democracia paritaria ha dado lugar en las últimas décadas a un permanente debate en torno a su significado y, sobre todo, en torno a las consecuencias en que ha de proyectarse en nuestros sistemas constitucionales. Aunque han predominando las discusiones centradas en su dimensión más cuantitativa — la presencia de las mujeres en posiciones de poder y los instrumentos para hacerla efectiva —, no deberíamos olvidar que la paridad tiene también una dimensión cualitativa que nos remite a las raíces mismas de la democracia. Si efectivamente la igualdad es el principio jurídico y el valor ético que sustenta el sistema que, pese a sus miserias, es el que mejor garantiza los derechos y libertades de los individuos, difícilmente el mismo merecerá el calificativo de democrático si la mitad femenina no goza de un estatuto de ciudadanía igual al de los hombres. Es decir, si  no participan en las mismas condiciones  y con las mismas oportunidades en el ejercicio del poder y si

FEMINISTAS Y TAN FRESCAS

Hace ya algún tiempo que asumí como un compromiso personal y cívico la defensa del feminismo como el pensamiento que más y mejor puede servir para la emancipación del ser humano y, por lo tanto, como la herramienta mediante la que conseguir que ninguna persona sea privada de bienes o derechos en función de su sexo. En estos años de revancha patriarcal, como bien los ha bautizado Alicia Miyares, siento cada día con más convencimiento la necesidad de reafirmar esa defensa y de reivindicar un término que es permanentemente devaluado. Los prejuicios y la ignorancia se están aliando con el terror patriarcal a la pérdida de privilegios y están provocando que el machismo ocupe espacios que ya creíamos conquistados por la igualdad. El retroceso es evidente en muchos ámbitos, por lo que ahora, más que nunca, necesitamos sumar energías y multiplicar la lucha de las muchas y de los pocos que pensamos que es incompatible la democracia con una sociedad en la que una mitad continúa subordinada

MEDEA, LA AMANTE QUE GRITA.

Medea es Aitana y Aitana es Medea. La actriz interpreta a la amante despechada, a la "mala madre", a la hechicera que es víctima de un mundo de hombres, con cada centímetro de su cuerpo: desde los dedos de los pies descalzos hasta el último cabello de su cabeza Aitana es Medea. Desde la dulzura del cuento se eleva al grito del drama y lo hace dejando que el cuerpo exprese todas las emociones. No solo la voz, sino también los brazos, las piernas, la espalda, el vientre, todo ella se hace mujer desgarrada para explicarle al público, ese coro silencioso, los argumentos de su dolor. La Medea que, partiendo del texto de Séneca, ha hecho Andrés Lima es más mujer que mito y eso lo subraya Aitana Sánchez Gijón con una interpretación en la que se sitúa a una altura humana. A diferencia de la recreada por Plaza y Molina Foix hace un par de años en Mérida, y en la que Ana Belén parecía más que Medea una gran dama del teatro disfrazada de diosa, en esta puesta en escena nos encont

LA PRINCESA DESTRONADA DE CAMELOT

Me enamoré de ella, cuando apenas ella era una niña y yo un veinteañero, en aquella delicia que marcó a toda una generación titulada Beautiful girls. No he dejado de mirarla y de admirarla, a medida que ha ido creciendo, madurando y convirtiéndose en una actriz enorme, cuya belleza transmite todo el potencial creativo que tiene su mente. Siempre me gustó porque no es el típico rostro vacío de Hollywood, ni la mujer que se deja cosificar por exigencias del mercado creyéndose libre para hacerlo. Me gusta porque la siento autónoma e independiente, fuerte y poderosa. Y eso es algo que llena todos los personajes que interpreta. Por todo ello, sólo una actriz como Natalie Portman podía interpretar la Jackie Kennedy que con tantas aristas nos presenta el chileno Pablo Larraín. Afortunadamente, el director de la brutal El club  no ha hecho el retrato colorista y flambeado en el que seguramente habrían caído la mayoría de los directores norteamericanos al acercarse a este mito de la histo

EL POETA Y LA CHICA QUE HACÍA PASTELITOS

Paterson  es una de esas películas que te reconcilian con el sentido último del cine como espacio creativo, como pantalla en la que discurren las emociones y las más recónditas dimensiones del ser humano. La última película de Jim Jarmusch es toda ella un poema que vamos viendo como crece a lo largo de una semana y en el que el tiempo discurre con la velocidad propia del creador. En ella no ocurren grandes cosas, sino que es simplemente la vida, nada más y nada menos que la vida cotidiana, la que pasa ante nuestra mirada. Todo en ella es pequeño pero tiene sin embargo la grandeza de lo auténtico: empezando por la ciudad y las gentes que en ella habitan y terminando por las habitaciones que comparte la pareja protagonista. Todo en ella huele a verdad, desde el despertar de los amantes al pastel de queso y coles, desde la niña poeta que ve cómo cae la lluvia a las conversaciones que escuchamos en el autobús, desde los amores rotos del bar a las pequeñas ilusiones de Laura. Por todo el

ALEJANDRO: ÉTICA Y MEMORIA

Somos una sociedad desmemoriada. Lo somos porque a una buena parte de nuestro país, heredera cultural y políticamente del franquismo, nunca le interesó recordar y porque parte del resto ha sido siempre cómplice en los silencios. En paralelo hemos confundido la memoria con la nostalgia y el olvido con el perdón. El resultado ha sido negativo para la salud de una democracia que difícilmente puede dotarse de energía cívica si no se construye sobre la superación, que no la omisión, de todo aquello que en su día partió un territorio que aún hoy lucha por ser, como diría Blas de Otero, una camisa blanca esperanzada. Justo cuando se cumplen 40 años de los asesinatos de los abogados de Atocha, sería un buen momento parar reflexionar sobre qué parte de nuestra historia continúa siendo invisible o, en el mejor de los casos, mal contada, y hasta qué punto es imposible pensar en futuro si no hemos asumido esa labor ética y de justicia que supone reconocer a quiénes fueron los vencidos y humilla

EL PODERÍO DE ANA BELÉN

NUnca olvidaré aquella noche en el  Teatro de La Latina cuando, recién alzado el telón, la Graciela imaginada por García Márquez soltó aquello de “nada se parece más al infierno que un matrimonio feliz”. En aquella   Diatriba de amor contra un hombre sentado ,   Ana Belén, a la que yo he admirado sin pausa desde mi torpe adolescencia, se transformaba en una mujer con poderío, es decir, en una de esas mujeres que como explica   Marcela Lagarde   son capaces de liberarse de sus cautiverios y desarrollan al máximo sus capacidades vitales. Es justo esa potencia que atesora la intérprete —y que puede resultar hasta incomprensible si uno se detiene en su frágil cuerpo de aristas que parecen siempre a punto de quebrase— es la que mejor puede definir el talento que no ha dejado de multiplicarse desde que la hija de la portera y el cocinero tuvo claro que la mejor manera de ganarle la jugada a Zampo ( Zampo y yo , 1965) era empoderarse, es decir, estudiar, crecer, mirar, escuchar y fin