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Mostrando entradas de agosto, 2019

LA NOCHE QUE EL TROFEO CARRANZA LO LEVANTARON ELLAS

Nunca me gustó el fútbol. Ni de pequeño, ni de adolescente, ni cuando me convertí en lo que se supone que debía ser un hombre hecho y derecho. Nunca coleccioné cromos de futbolistas, como sí que hacía mi hijo cada vez que terminaba el verano. Yo vivía como un auténtico castigo los patios del colegio, las clases de gimnasia y los sábados por la tarde. En mi calle, porque entonces sí que parte de nuestra vida se hacía en la calle, los niños salían a jugar el fin de semana y siempre había un balón entre sus piernas. Yo me aburría muchísimo y acababa hablando de nuestras cosas con alguna de las chicas de mi bloque de pisos, que siempre tenían cosas más interesantes que contarme. Creo que desde mi infancia he odiado las tardes de los domingos por muchas razones, entre otras por el sonido de la radio que, todavía hoy, me agrede con la palabrería de entrenadores, jugadores y locutores apasionados.   Casi la misma punzada que sentía cuando algún sábado acompañaba a mi hijo a sus partidos