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Mostrando entradas de mayo, 2020

ESPAÑA

Cuando el lunes por la mañana vi en varios medios de comunicación imágenes de la   concentración que recorrió el Vial Norte de Córdoba el pasado domingo, como un eco de las que días anteriores habíamos visto en el barrio de Salamanca en Madrid, y sumándose a otras muchas que se multiplican en ciudades y pueblos, no pude evitar una mezcla de miedo, impotencia e indignación. Una suma de emociones que se suma a las ya de por sí intensas y ambivalentes que yo, imagino que, como todo el mundo, estoy sintiendo en estos meses de paréntesis. Y no, no diré que estoy libre del miedo a la enfermedad, pero más me asusta, y me angustia, el futuro inmediato que nos espera, la crisis económica que volverá a cebarse con los más precarios y vulnerables, las fracturas sociales que provocará, el riesgo cierto de que sea un nuevo pretexto para reafirmar políticas neoliberales y revanchas de quienes se resisten a asumir que los derechos humanos son la ley del más débil. Ante ese panorama, que va

LA MADRE ZURDA

Cuando Olimpia de Gouges escribe en 1791 su Declaración de derechos de la mujer y la ciudadana, la empieza dirigiéndose a “las madres, hijas, hermanas”, es decir, deja claro que las que la revolución había olvidado eran definidas no por sí mismas sino por su dependencia de los hombres. Aunque mucho han conquistado las mujeres desde entonces, me temo que todavía sigue presente la construcción de ese imaginario que, en el mejor de los casos, sigue generando una violencia simbólica y, en el peor, ya lo sabemos, un maltrato permanente de aquellas a las que sus compañeros varones solo desearían ver atadas a la pata de la cama. Sigue habiendo mucho de esa construcción simbólica en como todavía hoy, siglos después, seguimos entendiendo a las madres, mucho más en un momento en el que hay un peligroso rebrote esencialista y donde para algunos sectores el hecho biológico se convierte en una suerte de paradigma diferenciador que, lejos de dar lugar a mecanismos garantistas de la igualdad, tra

MUJERES Y MAYORES: LAS AMARGAS VERDADES DE "A SECRET LOVE"

La situación crítica que estamos viviendo, y que no es solo sanitaria, sino que hunde sus tentáculos en el corazón de lo que pensábamos era la normalidad, ha desvelado algunas realidades que la sociedad opulenta y neoliberal había mantenido invisibles o bien cubiertas por el velo de la indiferencia. Una de esas amargas realidades es la expulsión de la ciudadanía, entendida ésta como un espacio en el que los individuos tenemos voz y autonomía, de importantes sectores de la población, muy especialmente de los niños y de las niñas, así como de las personas mayores. La crisis nos ha puesto delante de las narices, entre otras insoportables injusticias, como hemos creado un modelo de convivencia que se ampara, a su vez, en un modelo productivo, en el que los sujetos valen por lo que aportan al sistema, por su rendimiento en términos de capital, por su capacidad de emprendimiento. La alianza patriarcado/capitalismo no ha dejado de expulsar a las afueras a quienes no responden al canon del m

LA CURA

Escribo estas líneas en pleno confinamiento y no sé si cuando vean la luz habremos superado al fin la barrera de los balcones. En estos días, en los que el tiempo parece un bucle y a la esperanza es como uno de esos bizcochos al que olvidamos poner levadura y por tanto no se vuelve esponjoso, he tenido, como todos, que anular actividades, que borrar páginas enteras de la agenda, de revisar mi horizonte más cercano de trabajo. El hombre siempre activo, en lo público, entregado a sus tareas productivas, se ha visto obligado a pisar el freno y a refugiarse en ese entorno, el de lo privado, que siempre percibió como extraño. Como un territorio en el que él solo reposaba, pero donde no lograba nunca desarrollarse como el héroe que desde niño le dijeron que debía ser. Y donde siempre, o casi siempre, había una mujer, o varias, dispuestas a cuidarlo y a ser su reposo. Estas semanas que están siendo como un paréntesis, me están obligando a mirarme más detenidamente en el espejo y a rec

LO QUE HE APRENDIDO DE MI MADRE

Nunca, que yo recuerde, salvo tal vez cuando era un niño, he felicitado a mi madre el primer domingo de mayo. Sí que, por el contrario, he acompañado a mi hijo en los regalos que cada año le ha hecho su madre. Y es que nunca las poses han sido capaces de disimular del todo nuestras contradicciones: siempre hay rendijas por las que se cuela un empresario seductor. Pero en este mayo, en el que ya empieza a oler a verano en mi terraza, sí que he tenido la necesidad, no sé si porque la pandemia me pilla con el caparazón raído, de contar en público todo lo que he aprendido de mi madre. Lo que sigo aprendiendo de ella. Aunque no sé muy bien cómo resumir en pocas líneas tantas cosas que se me ocurren, sí que tengo claro el lema con el que titularía mi texto: la perfección no existe. Por más que los mandatos de género le insistieran toda la vida en cómo tenía que actuar una mujer que, al parecer, siendo madre cumplía buena parte de sus expectativas, y por más que siempre ella, como todas la