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Mostrando entradas de marzo, 2020

EL ESTADO DE CULTURA

En estos días de obligado encierro, imagino que algunas y algunos habrán descubierto el valor que tiene la cultura para sostenernos en este difícil precipicio que es el vivir. Otras y otros, entre los que me encuentro, no hemos hecho más que constatar que no podríamos vivir sin las palabras escritas, sin los relatos cinematográficos o sin la música, que es ese arte que en cualquier circunstancia consigue elevarte por encima de lo real. En estos días en los que me está costando tanto concentrarme, he vuelto a comprender que si me siento un individuo libre, con determinadas convicciones y con muchas dudas y contradicciones que no hacen sino confirmar mi naturaleza humana, es gracias a todo a lo que en mis años de vida he ido aprendiendo y aprehendiendo a través de las ventanas que otras y otros han abierto para mí. Ha sido gracias a esas conversaciones, que tienen la gran virtud de no agotarse nunca, que he podido ir desarrollando libremente mi personalidad, autodeterminándome de mane

FRAGILIDAD

Desde que tras las revoluciones burguesas aparecieron las primeras declaraciones de derechos y las primeras Constituciones, los hombres, y uso el término con el carácter excluyente que entonces tuvo de las mujeres, hemos ido forjando un ideal de sujeto que vemos como ahora, muy singularmente ahora, se resquebraja. El sujeto individualista, omnipotente como los dioses de las religiones monoteístas, ambicioso y competitivo, que sustentaba además una economía salvaje de mercado, amparó a su vez una concepción de los derechos basada en las libertades que le permitían culminar su proyecto de vida, poseer y triunfar. El sagrado derecho de propiedad, la sacrosanta libertad de conciencia y, en general, las llamadas libertades negativas, que suponen la no interferencia del Estado en las vidas de los individuos, sustentaron un modelo de sociedad que, dividida en dos esferas - la pública/masculina vs. la privada/femenina -, parecía capaz de reproducirse sin fatiga. Solo en momentos de crisis

A VUELTAS CON LA PATERNIDAD: Menos mística y más política

Escribo estas líneas en medio del paréntesis que nos obliga a vivir en los balcones y en las ventanas. Lo hago desde la posición privilegiada de quien no tiene que salir a trabajar cada día y de quien no siente la amenaza de un despido. Me angustia la crisis sanitaria, pero sobre todo la fractura social que dejará por el camino, la desigualdad que siempre es campo abonado para el enriquecimiento de los poderosos. Y es que en la crisis es cuando más se evidencia quién es el soberano y quiénes están condenados a la sumisión.   Aunque el virus haya ocupado todas las portadas, no dejo de sentir indignación como ciudadano ante una Corona carcomida por la pestilencia. El hijo que repudia al padre para salvarse. Una fábula estupenda para celebrar encerrados el 19 de marzo, en el que no tendremos centros comerciales a los que acudir en busca de regalos ni maestras que en los colegios les ayuden a nuestros hijos e hijas a hacer tarjetas en las que nos dicen cuánto nos quieren. Supongo pues

LA BARBERÍA DE CÓRDOBA

De pequeño siempre me atrajeron las peluquerías de señoras. En ellas se cruzaban historias y personajes que a mí me parecían sacados de una novela. Me gustaba quedarme en un rincón, silencioso y tímido como yo era, escuchando a las mujeres que dominaban el espacio, un espacio que era suyo y en el que, sin hombres, ellas se sentían libres y poderosas. Las peluquerías fueron uno de esos lugares en los que yo empecé a darme cuenta de que la virilidad era una jaula y de que, como niño empeñado en ser un hombre de verdad, me estaba perdiendo una buena parte de lo mejor de la vida. Las peluqueras, y las mujeres a las que yo escuchaba mientras se arreglaban cada sábado, fueron para mí maestras en el arte de desmontar muchas de mis máscaras. Con el tiempo fui desconectándome de esos lugares de la infancia. Acabé transitando por salones unisex en los que ya no encontraba ese punto de anarquía femenina que yo detectaba en las peluquerías de mi pueblo. Tan distintas y mucho más divertidas

PROSTITUIRSE NO PUEDE SER UN TRABAJO

El próximo viernes 6 de marzo se celebrará en la Facultad de Derecho de Córdoba una jornada que responde al título «El trabajo sexual a debate: ¿Reconocimiento de derechos, regulación o abolición?», y en la que participarán varias mujeres que se definen a sí mismas como trabajadoras sexuales. He debatido mucho con mis compañeras organizadoras el mismo concepto del que se parte como presupuesto para el debate, además de la composición escasamente plural de la mesa. He tratado de explicarles por qué para mí el título es perverso, porque entiendo que un trabajo como tal no puede abolirse, puede en todo caso regularse o prohibirse. Por el contrario, una práctica discriminatoria sí que puede y debe ser abolida. Ello no supone negar la voz de la mujeres prostituidas sino el presupuesto de partida según el cual poner tu cuerpo y sexualidad a disposición de los hombres, que hoy por hoy son los prostituyentes mayoritarios, deba ser entendido como un trabajo. Y creo que no puede serlo porque