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Mostrando entradas de marzo, 2016

LA DIGNIDAD DESAHUCIADA

La mirada de Rocío. La delgadez de Rocío. Sus noches en vela, sus angustias, sus chaquetas llenas de manchas, su furia contenida. Una infusión para cenar. La fe de Rocío, sus oraciones, sus Cristos y la Virgen que lleva su nombre. La autoestima perdida y la espera. Los dolores de Rocío. La madre. Las garrafas de agua y los bastoncillos de algodón en los bolsillos. Bocadillos de salchichas y el sueño de unas botas de fútbol. Techo y comida . La dignidad perdida, sin gobiernos interesados en rescatarla. La crisis con nombres y apellidos. El rostro de la pobreza y la desesperación. La vecina que abraza y que cuida, la solidaridad ante la falta de justicia. Una oración a la virgen. Cuestión de fe. Lágrimas, lágrimas, lágrimas. Un vía crucis con los tambores del hambre redoblando en el estómago. Y un niño que mira y que calla, un niño que sueña y que juega al fútbol. La España de las banderas y la euforia colectiva. Anestesia. El estigma de no tener presente ni mucho menos futuro. La sol

MAÍLLO O EL PODER DE LA FRAGILIDAD

No es nada habitual que los hombres en general, y los públicos en particular, reconozcamos ante los demás nuestras fragilidades y asumamos, en consecuencia, que no somos los superhéroes que se espera que seamos. Unas expectativas que se alimentan de manera inmisericorde por una vida política que continúa estando en manos de machitos encantados de haberse conocido. Por eso me resultó tan gratificante hace poco más de una semana escuchar a Antonio Maíllo hablando de su enfermedad, mostrándose en público como un ser frágil y dando muestras una vez más de que, pese a lo dominante, también en la política hay excepciones que nos permiten mantener la confianza en la capacidad transformadora de las convicciones. Antonio constituye un caso particular en la política española y no digamos en la andaluza. En un contexto plagado de mediocridades y de profesionales de lo público, el lucentino siempre ha destacado por dar buena muestra de que para él la política es un servicio, que no un traba

PATERNIDAD

Las hojas amarillas de Noviembre Un pasillo eterno y solo y una matrona ogro Ese olor en toda la casa,  poco más de tres kilos sobre mi pecho Miedos, ternura, agua Tu primer mar, tu primer verano Los soles y los besos, papilla de fruta y miel. Coplas de Cádiz en tus antenas. Un café en la ribera, Cunningham en mis manos, tu siesta y mis músculos indefensos. Peter Pan en una sala oscura, el terror de las princesas Disney y una casa azul en una ciudad rosa fugaz. La terraza de agua dulce, verdes y naranjas abrazos. El niño que fui en tu cama contando historias de dragones que vivían en un campo de olivos. Cortijo de abuelos que tejen. Oleaje de sábanas de sábado huyendo de tiburones y peces espada Algas de piernas enredadas  y el olor a cola-cao. Una madre más veloz que yo, la pasión contra la máquina. Metas, zapatillas, medallas. Un chándal rojo y un pájaro que marca las horas. Gominolas cada otoño e incienso en primavera. Un lápiz, una hoja, un ci

MUSTANG: CONTRA LAS REJAS DEL PATRIARCADO

El patriarcado no es solo un orden político, que se sostiene además en unas determinadas estructuras socio-económicas, sino que también representa un orden cultural mediante el que se construyen, de manera jerárquica, las subjetividades masculina y femenina. Desde esta perspectiva, atraviesa y penetra todas las culturas y se alía de manera muy singular con las religiones monoteístas. El resultado no es otro que eso que Mª Angeles Barrère denomina la subordiscriminación de las mujeres. Es decir, el sometimiento de la mitad de la Humanidad a las reglas del patriarca, su sujeción a unos principios morales más estrictos que los que guían la vida de los hombres, su permanente devaluación frente al masculino universal. De esta manera, la historia no ha sido otra cosa que la permanente convalidación del espacio de los hombres, es decir,  como bien ha explicado Celia Amorós,  de "los iguales", en cuanto sujetos de derechos y titulares del poder, frente a las diferentes prisiones e

FEMINISTA

Vivimos, como hace ya tiempo apuntó Catherine Mackinnon, en sociedades formalmente iguales pero en la que siguen reproduciéndose las estructuras propias del patriarcado. Este, en alianza cada vez más estrecha con un neoliberalismo que suma individualismo posesivo y el denominado por Ana de Miguel "mito de la libre elección", se rearma permanentemente a pesar de todas las conquistas que hemos alcanzado en materia de igualdad de género. Las leyes, sin embargo, no bastan para superar unos lastres que tienen que ver con la construcción de las subjetividades y con un orden cultural basado en la universalidad masculina y en la devaluación de lo femenino. En este "patriarcado de consentimiento", como bien lo califica Alicia Puleo, las discriminaciones persisten y se vuelven perversas. Bajo la apariencia políticamente correcta de igualdad, el patriarca continúa mostrando sus fauces y se rebela contra cualquier política que pretenda acabar con alguno de sus privilegios.