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LA DESEABLE REVISIÓN FEMINISTA DE LA CONSTITUCIÓN

  Todavía a mi madre le tocó vivir la España en la que la mujer casada era una especie de menor de edad y en cuyo DNI se la identificaba por la dedicación a sus labores. Hoy su nieta, que acaba de cumplir 19 años, estudia en la Universidad, asiste a cursos y jornadas sobre igualdad y no duda en posicionarse como feminista. La primera abandonó sus estudios tras terminar el bachillerato y se volcó en su papel de esposa y madre. La segunda tiene clarísimo que por encima de todo está su proyecto profesional. Ellas dos son el mejor ejemplo de todo lo que ha cambiado este país en los últimos cuarenta años. Sin ir más lejos, el reciente índice de igualdad del Instituto Europeo de Igualdad de Género sitúa a nuestro país en el puesto número cuarto, solo superado por Suecia, Países Bajos y Dinamarca.     Nadie puede dudar de que los avances en políticas de igualdad y en instrumentos normativos han sido espectaculares muy especialmente en las últimas décadas. No obstante, los datos de la realidad
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PANDATARIA. Hécuba que estás en los cielos

El día en que murió Concha Velasco se la recordó en el Gran Teatro de Córdoba, ese donde la vi por última vez representando una poderosa   Hécuba   dirigida por José Carlos Plaza, con un gran aplauso. Lo hicimos tras las palabras de Cayetana Guillén Cuervo que, emocionada, dedicó la función a quien cumplía años el mismo día que lo hacía su padre. Afuera, las luces navideñas iniciaban su proceso de domesticación anual. El teatro, que continúa siendo ese refugio donde todavía la palabra le gana el pulso a la imagen, se convertía más que nunca en una especie de útero.   En un día frío y triste en el que yo, me imagino que como tantos españoles y españolas, no dejé de recordar a esa prodigiosa actriz que la escena final de  Tormento  susurraba con furia “puta, puta, puta”, calificativos dirigidos a una Ana Belén victoriosa. Con ese ánimo, que huía de la calle y que necesitaba más que nunca el calorcito de la escena, me dispuse a disfrutar de  Pandataria , el último invento de Chevi Muraday

CREATURA. Los deseos como interrogante

  En estos tiempos de MeToo, consentimiento y polémicas sobre leyes confiadas en que las penas acabarán con las violencias, seguimos sin embargo sin abordar la sexualidad con todas sus aristas. Vivimos, sí, unos tiempos de capitales eróticos, de cuerpos mercantilizados y de acontecimientos retransmitidos on line, pero continuamos esquivando la conversación sobre ese territorio en el que todos y todas nos quedamos desnudos, es decir,     vulnerables. En este contexto, que como tantos otros también es asimétrico desde el punto de vista del género, las mujeres continúan atrapadas en discursos que las hacen singularmente responsables, que las victimizan o que les exigen una cierta virtud que solo es posible en el territorio de la santidad. Incluso conceptos tan aparentemente garantistas como el consentimiento encierra una perversa mirada sobre unas relaciones en las que ellas no suelen tener el papel de agentes. Tampoco los imaginarios que nos rodean ayudan mucho en este sentido. Muy espec

TERESA: La monja aguafiestas

No puede ser sino una bendita casualidad que empiece este blog en   Cordópolis   hablando de Teresa de Jesús. Aunque no lo había pensado antes, tal vez haya entre ella y Thelma y Louise más conexiones de las que nunca Ridley Scott se atrevió a imaginar. Pocos personajes como ella han sido objeto de lecturas y relecturas tan diversas. De icono de la España católica y franquista a figura reivindicada por el feminismo, pasando por esa suerte de icono pop que entrevemos en las obras de Marina Abramovic, Paco Bezerra o Cristina Morales. En mi memoria siempre tuvo el rostro de Concha Velasco, dirigida por Josefina Molina y con guiones de Carmen Martín Gaite. Ahora es la directora Paula Ortiz las que nos ofrece otra mirada sobre la escritora de Ávila y lo hace adaptando la obra de Juan Mayorga  La lengua en pedazos.  Tal vez el mayor reparo que pueda hacerle a la película es que en ella pesa demasiado el verbo del autor, el cual, entre barroco a veces y afilado como un bisturí otras, encuentr

EL BUEN SEXO

  En los últimos tiempos, al hilo del debate generado en torno a las violencias sexuales, se han multiplicado las reflexiones de mujeres plantean la necesidad de superar un modelo de relaciones que sigue anclado en el paradigma del control masculino y que tradicionalmente las negó como sujetas activas y deseantes.  Sirva como ejemplo el imprescindible libro de Katherine Angel  El buen sexo mañana.  Sin embargo, apenas he leído aportaciones de varones en las que nos sintamos interpelados por las vindicaciones de nuestras compañeras y, en consecuencia, cuestionemos nuestra vivencia de la sexualidad y de qué manera, respondiendo a las expectativas de género, reproducimos unos mandatos de masculinidad que nos continúan mal criando en la fantasía de la omnipotencia y la invulnerabilidad. Esta ausencia se hace más significativa en un momento en el que el impulso de las conquistas legislativas y de los interrogantes planteados por las feministas nos habrían de llevar a ponernos delante del es

UN AMOR: Los amores perros de Sara Mesa e Isabel Coixet

Hay en el mejor cine de Isabel Coixet   - Mi vida sin mí, La vida secreta de las palabras,  Nadie quiere la noche , incluso Elegy – un hilo común que recorre sus historias. El hilo de las heridas que asoman en el cuerpo pero que nacen desde adentro, la siempre turbia naturaleza de los deseos y sus conflictos con la voluntad, la marejada incontrolable de la pasión y, claro, el lugar subordinado que las mujeres ocupan en el tablero de los pactos.   Hay pues una cierta conexión con el universo de Sara Mesa, y en particular con el de su novela Un amor , que tiene el título más paradójico y perverso que yo recuerde de los últimos años. No creo que hubiera una mejor cineasta que Coixet para poner en imágenes esa historia de soledades, de huidas y de frágil emancipación. Un relato áspero a veces, incómodo con frecuencia y que nos hace reflexionar sobre nuestros propios fangos. Los inevitables fangos del humano que somos. La adaptación de la directora de La librería logra que visualicemos

NADA: Un retrato amable de la insoportable vejez masculina

  Los mandatos de la masculinidad, al tiempo que nos han otorgado, y nos siguen otorgando, poder y privilegios, nos hacen vivir una serie de fantasías de las que tal vez muchos hombres no sean conscientes. La primera de ellas nos ha llevado a creernos seres heroicos y omnipotentes, invulnerables, capaces de enfrentarnos a todos los peligros y desafíos. La segunda nos ha hecho creer que somos independientes cuando la realidad es que siempre hemos dependido de otros y sobre todo de otras: las mujeres que nos han cuidado. Sin ellas, sin sus trabajos, sin sus tiempos volcados en ser “para otros”, difícilmente habríamos triunfado en lo público. Vivir en ese mundo de fantasías nos ha llevado a despreciar lo relacional y todo lo vinculado con las mujeres y lo femenino. De ahí las enormes carencias que seguimos mostrando en todas esas dimensiones que nuestras compañeras, habitualmente no reconocidas y con frecuencia explotadas, han desplegado no por una disposición natural, sino como resultado