Por más que los hombres tratemos de ser empáticos con nuestras compañeras, por más que escuchemos su voz y leamos sus relatos, por más que nos convirtamos en unos (imperfectos) padres responsables, siempre nos quedaremos en las afueras de la experiencia, física y emocional, que supone la maternidad. Una experiencia que no ha formado parte de la narrativa de lo universal y que solo muy recientemente, y todavía bajo una cierta categorización de excepcional, ha empezado a ocupar libros, reflexiones y hasta películas, y no como un elemento secundario de la principal trama masculina, sino como eje central de la historia. Fragmentos de una mujer , dirigida por Kornél Mundruczó , y recién estrenada en la plataforma Netlflix, es uno de esos relatos que sitúa en el foco las vivencias de una mujer que pierde su hijo nada más nacer. Tras una primera media hora difícil de olvidar, en la que se nos cuenta en un solo plano secuencia todo el proceso del parto y en la que es imposible no sentirte
En un país como el nuestro, en el que la mayor obsesión en los últimos meses parece haberse concentrado en los horarios de los bares y en la distancia de las mesas en las terrazas, por no hablar del empeño auspiciado por nuestros representantes en salvar la Navidad o en primar lo productivo sobre la sostenibilidad de la vida, no debería sorprendernos que la noticia del cierre de una librería apenas remueva las tripas del respetable. Sin embargo, quienes necesitamos los libros como el aire que respiramos, ya que sin ellos seríamos incapaces de alzarnos cada mañana y de concebir la vida como un proceso siempre abierto de sorpresas y pasiones recién descubiertas, cuando vemos cerrada la puerta de una librería sentimos una especie de desgarro, una herida que va restando tiempo a nuestro futuro, una suerte de desasosiego que, como si fuéramos parte de una cofradía laica, solo podemos compartir con quienes, como nosotros, viven la lectura como el alimento que nos abre más y más los ojos. Esa