Vuelvo a la espléndida película A SINGLE MAN, de Tom Ford, basada en la novela de Christopher Isherwood, y recupero el hermoso y lúcido discurso que el protagonisa da en su última clase en la Universidad. El profesor interpretado por el magnífico Colin Firth avisa a sus alumnos de que el origen de la violencia puede estar en el miedo al diferente. Los diferentes, que son sólo personas, pero que se pueden ver como una amenaza para la mayoría.
Escucho estas palabras, como si fuera uno de los alumnos de George, y no puedo evitar tener presente la "matanza" de Oslo de este fin de semana. Vivimos en una civilización del miedo. Nos hemos quedado sin futuro. Por motivos distintos a los de la "guerra fría" de los 60 en que se sitúa la película, estamos en un presente "bélico".
Lo expresa muy bien el joven alumno con el que George pasa su última noche: no tengo futuro. Porque puede que nos tiren una bomba atómica y acaben con nosotros.
La bomba atómica del siglo XXI son la incertidumbre, el miedo, los fundamentalismos, la desigualdad. Esas son las grandes amenazas reales, no imaginarias, para una mayoría que está empezando a dejar de soñar que la democracia, el desarrollo y el bienestar van de la mano.
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