
Rubalcaba, al margen de méritos evidentes, tiene dos problemas principales como candidato del PSOE. Por una parte, no representa ni renovación, ni frescura, ni nuevas ideas. Lo llevo viendo en ruedas de prensa desde que yo era un estudiante de bachillerato. P. R. epresenta una visión del progresismo que, a mi parecer, quedó anclado en los felices 80 y carece de herramientas para responder a las urgencias del siglo XXI. No estaría mal recordarle a políticos como Alfredo P. que la política democrática exige también división temporal del poder, circulación de las "élites", oportunidades para otras miradas. Y que las distintas generaciones se merecen, nos merecemos, unos representantes que, de acuerdo con la función que desempeñan, sean un espejo de cómo somos, de lo que nos inquieta, de nuestra percepción de la justicia y la sociedad.
Por otra, arrastra una falta de credibilidad enorme. ¿Cómo nos podemos creer las propuestas que haga a partir de ahora si no ha sido capaz de ponerlas en marcha cuando ha sido ministro y casi presidente en la sombra? ¿Por qué no promovió en el Congreso una reforma de la ley electoral para introducir las listas abiertas? ¿Por qué no propuso en el Consejo de Ministros esas recetas mágicas para acabar con el desempleo?
Rubalcaba es un candidato para amortiguar el fracaso del PSOE y, por supuesto, no para ilusionar a un electorado de izquierdas que ha pasado de la desilusión a la indignación.
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