Al igual que ocurre en la desgarradora novela Final feliz
de Isaac Rosa, Historia de un matrimonio comienza en el momento de la
fractura, cuando la crisis rompe lo que parecía una pareja idílica. Desde un primer
intento de salvarse del naufragio de la manera más pacífica posible, y en el que
asistimos a la presentación de lo que son y han sido Nicole y Charlie, el
director Noah Baumbach nos adentra, sin sentimentalismos ni emociones de cartón
piedra, en los tortuosos laberintos que se recorren cuando el amor salta por la
ventana. En este caso, el que unía a un
genio masculino, un director de teatro, y una actriz que renunció a su
prometedora carrera y acabó convertida en esposa y madre, además de alimentar
la vitalidad del que parecía en todo caso llevar el timón de la historia. Nicole,
a la que da vida una superlativa Scarlett Johansson, saca de su interior toda
la angustia y la rabia acumulada durante años bajo la apariencia de un matrimonio
feliz. Un clásico: “Él no me veía para nada. No me veía como algo separado
de sí mismo”. Y, de fondo, el engaño que siempre representa la mística de
la maternidad: “Los hijos son dueños de sí mismos. Salen de tu cuerpo y ya se
están marchando”. Una mística que, además, como bien le advierte la abogada
que la asesora (una brutal Laura Dern), acaba suponiendo para las madres una
carga extrema nada comparable a la de los padres. A ellos las imperfecciones se
les perdonan, a ellas se les exigen responsabilidades.
Además de retratar con precisión la batalla judicial en que
acaban terminando los divorcios cuando caen en manos de abogados mercenarios,
la película tiene la gran virtud de no ofrecernos una mirada maniquea sobre la
pareja que se rompe. Aunque en algún momento prevalece esa especie de necesidad
de reafirmación e incluso de venganza de Nicole, el marido, interpretado de
manera exquisita por un Adam Driver del que es imposible no enamorarse, no se ajusta
al prototipo de machito ensimismado y padre ausente. Por supuesto que él ha
sido siempre un sujeto llamado a ser protagonista, pero también lo vemos como
un hombre imperfecto, vulnerable y que hace todo lo posible por ser un padre
cuidador y empático. No hay mejor declaración de su extrema fragilidad que la
bella y triste canción que canta una noche en un bar cuando ya es un hombre
solo, en una de las escenas más bellas de la película.
La película de Baumbach, que es una de las más conmovedoras y
emocionantes que he visto este año, nos sacude porque habla de la realidad inevitable
de los finales, de esa realidad que todas y todos hemos vivido. Y lo hace sin
excesos lacrimógenos ni artificios de telefilm. Ni siquiera la presencia de un
menor que acaba convertido en campo de batalla es usada por el director como
pretexto para caer en el drama de sobremesa. Por el contrario, Historia de
un matrimonio, al igual que la novela de Isaac Rosa, nos sacude porque transpira
verdad, porque nos muestra el horror al que pueden llegar dos que tanto se amaron
(la escena de la larga discusión en el apartamento de Charlie es antológica), porque
nos cuenta una lección que más o menos sabemos, aunque en ocasiones nos
resistamos a aceptar. La que supone admitir que el amor no es eterno, que es
tan imperfecto como lo somos nosotros y que tal vez lo más inteligente sea
dejarlo ir y aprender a vivir con la huella que dejó en nuestras habitaciones. Conscientes
de que no somos otra cosa que una mezcla inestable de amores, fracturas y
renuncias.
Publicado en la Web de Clásicas y Modernas, 16-12-2019:
https://www.clasicasymodernas.org/historia-de-un-matrimonio-de-fractura-amores-y-renuncias/
Publicado en la Web de Clásicas y Modernas, 16-12-2019:
https://www.clasicasymodernas.org/historia-de-un-matrimonio-de-fractura-amores-y-renuncias/
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