En el interesante debate entre políticas de distintas generaciones que se recoge en el documental de Oliva Acosta Las constituyentes, del que por cierto acaba de publicarse una imprescindible edición en formato DVD-libro, se ponen de manifiesto las todavía mayores dificultades que las mujeres tienen para acceder al ejercicio del poder y para mantenerse en él. A diferencia de lo que sucede con los políticos varones, ellas lo tienen más complicado para consolidar sus carreras políticas, ya que su
presencia suele ser más puntual, anecdótica a veces y, cuando están en lo público, suelen carecer de la autoridad que parece ser privilegio exclusivo de los varones. Todos estos elementos, que son buena muestra de como el orden patriarcal se resiste a desaparecer, han vuelto a ponerse de manifiesto en el proceso abierto en el PSOE para la elección de su Secretaria General (y lo escribo en femenino porque será una persona la que ocupe ese puesto: femenino universal). A casi nadie parece haberle extrañado que, tras la espantada de Chacón o el retiro prudente de la listísima Susana Díaz, todo el proceso esté protagonizado por hombres y no haya aparecido ni una sola mujer capaz de convertirse en la lideresa que necesita el partido.


La pervivencia de un modelo patriarcal en el ejercicio del poder, y en general en la configuración de las relaciones sociales, debería ser uno de los grandes retos para las políticas transformadoras de la izquierda. Si es que ésta no ha olvidado en estos tiempos de zozobra que la igualdad es, o debería ser, uno de sus faros principales. Por eso cualquier proceso de renovación, de puesta al día, de perfeccionamiento democrático, debería contar necesariamente con las mujeres. Pero no como si fueran el aliño de la salsa, sino como ingrediente esencial con el que compartir un proyecto político que, para definirse como democrático, ha de pasar necesariamente por la paridad. Y no porque ésta sea el producto de eso que algunos y algunas denominan "ideología de género", que no es más que una construcción ideológica, ésta sí, de los que no creen en la igualdad, sino porque difícilmente un régimen podrá calificarse como democrático si prescinde de la mitad de la ciudadanía.
El proceso abierto en el PSOE, para lamento de todos los que entendemos que difícilmente se puede ser demócrata sin ser feminista, vuelve a poner de manifiesto que el poder continúa en manos masculinas. Que los partidos siguen estando mayoritariamente controlados por el patriarca y que los liderazgos femeninos tienen mucho menos peso y, sobre todo, están casi siempre en la cuerda floja. Sería lamentable que, como en tantas otras cuestiones, el partido que ha sido referente en tantas políticas de género perdiera el norte y volviera a ser cómplice de los que confían más en la libertad que en la igualdad. De momento, permítanme un cierto escepticismo y, sobre todo, una más que rotunda indignación ante un proceso que ha vuelto a hacer invisibles a las mujeres y que ha vuelto a demostrarnos que, como bien explica Miguel Lorente en su último libro, la igualdad apenas es un discurso formal en un mundo lleno de trampas para las que continúan siendo la mitad subordinada.
Publicado en THE HUFFINGTON POST:
http://www.huffingtonpost.es/octavio-salazar/donde-estan-las-mujeres_b_5506625.html
Publicado en THE HUFFINGTON POST:
http://www.huffingtonpost.es/octavio-salazar/donde-estan-las-mujeres_b_5506625.html
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