En esta época de indignación creciente, de vacíos morales y de nortes perdidos, tal vez no nos quede más remedio que agarrarnos a la poesía como "arma cargada de futuro". Esos gritos en busca de bocas, tal como anoche la definió Alessandro Baricco, en la inauguración de Cosmopoética, necesitan anidar en nuestras almas de ciudadanos impasibles, acomodados, reaccionarios en suma...
En unos meses de tanta crisis - económica, política, ética -, reconforta escuchar una voz de un poeta en prosa como Baricco y, sobre todo, emociona comprobar cómo en esta ciudad hemos sido capaces de entender por una vez que la cultura ha de ser vivida y compartida. Que como la alegría crece cuando se hace de todos. Que por más que la instancias públicas la tutelen necesita del ánimo ciudadano para sostenerse y hacerse grande. Eso es lo que Córdoba puede enseñarle a otras ciudades. Esa es la principal seña de identidad de una ciudadanía que hace suyas las cosas que realmente le tocan el corazón. Y esa es la lección que nuestros representantes deberían aprender. Aunque mucho me temo que, como siempre, les podrá el miedo que les supone encontrarse a unos vecinos y a unas vecinas a los que ya no es tan fácil engañar. Entre otras cosas porque Baricco y los cientos de poetas que nos han visitado en los últimos años nos están enseñando a interrogarnos, a mirarnos y a mirar a los otros y, finalmente, a indignarnos cuando detectamos que la realidad se aleja progresivamente de la belleza.
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