Ir al contenido principal

TRES ANUNCIOS EN LAS AFUERAS: Mildred contra la pandilla

Fue la gran triunfadora en los Globos de Oro, en la noche en que el protagonismo correspondió más que a las películas al grito de “basta ya” de tantas mujeres. Su éxito ha pasado un tanto desapercibido frente al negro vindicativo de las actrices y, sobre todo, frente al impecable discurso de Oprah Winfrey.
Casi nadie ha subrayado cómo justamente haya sido esta película, y no otra, la que se alzara con más galardones en la misma ceremonia que premió a producciones televisivas tan militantes como Big Little lies o El cuento de la criada. Me gustaría pensar que no es casualidad que esta historia, que además de indudables valores cinematográficos nos lanza una serie de mensajes muy contundentes, sea la que en 2018 sirva también para recordarnos que la feminista es la gran revolución pendiente.
La historia de una mujer de 50 años, interpretada con esa mezcla de contención e ironía con la que Frances McDormand hace grande cualquier personaje que cae en sus manos, que alza la voz frente a los silencios que rodean la violación y el asesinato de su hija adolescente, no solo nos sitúa en un escenario que nos puede resultar muy cercano por las lamentables noticias que nos llegan casi a diario sobre violencia contra las mujeres, sino que también nos llama la atención sobre ese suelo que pisamos y que continúa todavía hoy provocando injusticias de género.
La película de Martin McDonagh no solamente nos está hablando de algunos de los demonios norteamericanos, que también, sino que en definitiva nos está poniendo delante de las narices los males que compartimos en cualquier lugar del planeta. Unos males entre los que sobresale como transversal y estructural el que identificamos como machismo y que se traduce en estructuras de poder, no solo material sino también simbólico. Y en íntima conexión con esos fundamentos patriarcales, las múltiples proyecciones que generan tantas víctimas: la violencia como medio de gestión de conflictos, el odio hacia el o la diferente o la ira, esa emoción tan masculina, como cadena que se multiplica e inevitablemente provoca terror.
Entre las muchas escenas prodigiosas que tiene la película, destaca aquella en la que Mildred le contesta a un sacerdote que le recrimina que haya soliviantado a la comunidad con sus exigencias de justicia. La voz de la madre herida, todo un clásico en la historia escrita y protagonizada por los hombres, se revuelve contundente contra aquél que amparado en Dios no es sino un cómplice privilegiado del poder. Una parte más de eso que Celia Amorós llama “pactos juramentados entre varones” y a los que Mildred se refiere como la “pandilla”. Una pandilla de machitos machistas de la que se forma parte no solo siendo activos sino también, como el personaje de Frances McDormand le echa en cara al cura, cuando uno calla y otorga. Como por ejemplo, le recuerda la madre heroica, han hecho tantos miembros de la iglesia ante los abusos de menores. ¡ Ay, esas masculinidades sagradas!
Tres anuncios en las afueras es, pues, de esas películas que, como solo consigue el buen cine, consiguen que entren en tu casa huéspedes inesperados y que, salvo que no tengas sangre en las venas, te remuevan tus entrañas de ser acomodado. Es imposible no sentirse conectado a la peripecia dramática de Mildred, como tampoco es posible permanecer impasible ante alguna de las masculinidades tóxicas, y finalmente prisioneras de sí mismas, que nos muestra la historia. Y todo ello capitaneado por una mujer protagonista, dolorida pero empoderada y a la que acompañamos en su objetivo de hacer reaccionar a un mundo de hombres en el que ellas continúan pareciendo accesorias. Uno de esos personajes tan poco habituales en unas pantallas dominadas por las heroicidades masculinas y en las que tanto se agradece disfrutar de la fuerza y el talento de una mujer como Frances McDormand. Uno de esos ejemplos que nos recuerdan que las mujeres de cierta edad también existen, que tienen o deberían tener voz y que han de formar parte de un imaginario en el que con tanta frecuencia nos sobran apariencias y nos falta talento.
Publicado en TRIBUNA FEMINISTA, 12 de enero de 2018:
http://www.tribunafeminista.org/2018/01/tres-anuncios-en-las-afueras-mildred-contra-la-pandilla/

Comentarios

Entradas populares de este blog

YO, LA PEOR DEL MUNDO

"Aquí arriba se ha de anotar el día de mi muerte, mes y año. Suplico, por amor de Dios y de su Purísima Madre, a mis amadas hermanas las religiosas que son y en lo adelante fuesen, me encomienden a Dios, que he sido y soy la peor que ha habido. A todas pido perdón por amor de Dios y de su Madre. Yo, la peor del mundo: Juana Inés de la Cruz". Mi interés por Juana Inés de la Cruz se despertó el 28 de agosto de 2004 cuando en el Museo Nacional de Colombia, en la ciudad de Bogotá, me deslumbró una exposición titulada "Monjas coronadas" en la que se narraba la vida  y costumbres de los conventos durante la época colonial. He seguido su rastro durante años hasta que al fin durante varias semanas he descubierto las miles de piezas de su puzzle en Las trampas de la fe de Octavio Paz. Una afirmación de éste, casi al final del libro, resume a la perfección el principal dilema que sufrió la escritora y pensadora del XVII: " Sor Juana había convertido la inferioridad

EL ÁNGEL DE AURORA Y ELENA

  El dolor siempre pasa por el cuerpo. Y la tristeza. También el goce, los placeres, la humillación. Somos cuerpo atravesado por las emociones. Los huesos y la piel expresan los quiebros que nos da la vida. Esta acaba siendo una sucesión de heridas, imperceptibles a veces, que nos dan nombre. Algunas supuran por los siglos de los siglos. Otras, por el contrario, cicatrizan y nos dejan tatuados. Las heridas del amor, de los placeres, de los esfuerzos y de las pérdidas. Estas últimas son las que más nos restan. Como si un bisturí puñetero nos arrancara centímetros de piel.   Sin anestesia. Con la desnudez propia del recién nacido. Con la ligereza apenas perceptible del que se va. No puedo imaginar una herida más grande que la provocada por la muerte de un hijo apenas recién iniciado su vuelo. Por más que el tiempo, y las terapias, y   las drogas, y los soles de verano, hagan su tarea de recomposición. Después de una tragedia tan inmensa, mucho más cuando ha sido el fruto de los caprich

CARTA A MI HIJO EN SU 15 CUMPLEAÑOS

  De aquel día frío de noviembre recuerdo sobre todo las hojas amarillentas del gran árbol que daba justo a la ventana en la que por primera vez vi el sol  reflejándose en tus ojos muy abiertos.   Siempre que paseo por allí miro hacia arriba y siento que justo en ese lugar, con esos colores de otoño, empezamos a escribir el guión que tú y yo seguimos empeñados en ver convertido en una gran película. Nunca nadie me advirtió de la dificultad de la aventura, ni por supuesto nadie me regaló un manual de instrucciones. Tuve que ir equivocándome una y otra vez, desde el primer biberón a la pequeña regañina por los deberes mal hechos, desde mi torpeza al peinar tu flequillo a mis dudas cuando no me reconozco como padre autoritario. Desde aquel 27 de noviembre, que siento tan cerca como el olor que desde aquel día impregnó toda nuestra casa, no he dejado de aprender, de escribir borradores y de romperlos luego en mil pedazos, de empezar de cero cada vez que la vida nos ponía frente a un n