Hace unos días Carlos Boyero manifestaba su incomodidad con las escenas de sexo que aparecen en el preludio de Maspalomas , expresada, como es habitual en él, con ese tono de desprecio con el que habla sobre todo lo que no forma parte de su mundo. Me imagino que si lo visionado por él no hubieran sido órganos sexuales masculinos ni cuerpos no normativos, y el director hubiera mostrado sensuales mujeres de pasarela, el asco del crítico se habría convertido casi en poesía. En todo caso, las palabras de Boyero constituyen la más evidente expresión de cómo todavía hoy, más allá de las opciones sexuales de cada uno, nos cuesta reconocer a las personas de edad avanzada como seres con sexualidad y deseos. Una mirada edadista que las reduce a una suerte de minoría de edad que supone negarles derechos, dignidad y autonomía. Me imagino que incluso a cualquiera de nosotros nos cuesta imaginar a nuestros padres y a nuestras madres, situados ya en eso que tan estúpidament...
Cuaderno de bitácora de Octavio Salazar Benítez