Ir al contenido principal

LA ADOLESCENCIA EN TIEMPOS DE CULTURA PORNIFICADA

 El último informe hecho público por la Delegación del Gobierno contra la Violencia de
Género alerta de que, si bien la violencia de género ha disminuido entre los más jóvenes, ha crecido la de tipo sexual. Unos datos que inevitablemente tenemos que conectar con los que en los últimos años evidencian el aumento del consumo de pornografía en Internet y que son solo la punta del iceberg de toda una cultura pornificada que nos penetra a todos y a todas, y muy especialmente a los y a las más jóvenes. Las redes sociales y el mundo audiovisual en el que viven prácticamente las 24 horas del día son el escenario perfecto para que, en contraste con los valores de la sociedad formalmente igual, se reproduzcan roles y estereotipos de género. Es decir, una determinada concepción de lo que significa ser hombre y ser mujer que, lejos de superar los mandatos patriarcales, continúa reproduciendo los sesgos más tradicionales, alentados ahora por discursos y prácticas reaccionarias que añoran los tiempos del indiscutible dominio masculino. Este contexto se torna especialmente complejo en ese margen de edad en el que chicos y chicas se buscan en el espejo y en la mirada de los otros, arrastradas ellas por un espejismo de igualdad y ellos, en su mayoría, por un mandato que les obliga a continuar siendo “hombres de verdad”. Las chicas disponibles y follables frente a los chicos hiperviriles y abusadores. Lo que escuchamos en tantas canciones y vemos en tantos videos musicales. Lo que fácilmente se torna en violencia: “La exaltación hormonal los tenía a todos fuera de sí, permanentemente entregados a agresivas fantasías sexuales. Se masturbaban imaginando felaciones forzadas, mujeres ávidas a las que agarraban del pelo para moverlas a su antojo, coitos brutales que descargaban rociando su semen por el cuerpo descoyuntado por la mujer”. El objetivo: “meterla”. El mandato: hay que entrar a degüello, “los blandengues no se comen una rosca”. Todo ello mientras que sigue faltando en las escuelas y en las familias una seria educación afectiva y sexual, la cual deber ir más allá de enseñar a usar un preservativo y que en nuestro país, hoy por hoy, encuentra un serio obstáculo en la presencia de la Iglesia Católica en la enseñanza privada y concertada.

Es urgente, pues, que como sociedad no solo reflexionemos sobre lo que les está pasando a nuestros hijos e hijas sino que también pasemos a la acción. Esta debería ser una responsabilidad de todos y todas, empezando por el ámbito más personal que mira a las familias, pasando por quienes educan en las aulas y, por supuesto, implicando a los poderes públicos en una serie de estrategias que ponga el foco en los procesos de socialización de niños y niñas. Solo de esta manera será posible ir como mínimo frenando las violencias que crecen entre los más jóvenes, la espiral de deseos insatisfechos y de cuerpos domados en que caen bajo el falso mandato de la libre elección, las tóxicas relaciones que siguen manteniendo lo masculino y lo femenino como dos esferas jerárquicamente separadas. De todo esto es justamente de los que nos habla Ada Valero en su primera novela. La vida cuando era frágil, que empieza de manera dramática con el suicidio de dos chicas, Fátima y Rocío, y que avanza en lo que pretende ser no tanto una reconstrucción de los hechos sino una investigación de las razones y sinrazones que las llevaron a ese final tan supuestamente liberador para ellas, es toda una bofetada de realidad en cuanto nos muestra los laberintos de una adolescencia que, bajo la apariencia de una felicidad libertaria, reproduce fielmente los mandatos de la cultura machista. Esa que a nosotros los hombres nos coloca en un púlpito, y que en la actualidad, y ante la precariedad progresiva de nuestro estatus nos lleva a buscar en la sexualidad un espacio en el que ejercer dominio, mientras que a las mujeres las continúa sometiendo a las expectativas de la ley del agrado y a la perversa regla que les marca su ser para otros. Como si nada hubiera cambiado, tal y como nos demuestra algunos de los protagonistas del relato, que no duda en contar con “un pequeño harén de prostitutas agradecidas” para aliviar sus deseos y que incluso, como en el caso de Lucas, nos revela una “nueva masculinidad” tan vieja como la de siempre: la de tantos hombres desubicados frente al hecho de no encontrar mujeres con las que jugar al eterno juego de la dominación viril. El eterno macho alfa buscando espacios de autodeterminación, el objeto del deseo que se impone frente a los vulnerables, el progre y guay que no ha sido capaz de liberarse del machito que lleva dentro. El que, como buen machote, de destapa en arranques de ira. La violencia normalizada que ahora empieza a ser imitada por unas chicas que aprenden a ponerse, de la peor manera posible, a la altura de sus compañeros de clase. Estos tipos que, como el Anthony, se empeñan en seguir asumiendo su papel de iniciadores en el reconocimiento de la lujuria masculina: “Era arrogante y pendenciero, inmune a la disciplina, y sabía emplear los ojos en miradas penetrantes que desarmaban a las chicas en las que se fijaba”. El tronista ideal. Mujeres hombres y viceversa, La isla de las tentaciones, la era de los youtubers. En frente, ellas, luciendo body, posando sensuales en Instagram, follables o invisibles, las lolitas reinterpretadas, muñecas hinchables de usar y tirar. Y entre medias, la perversión de una moral elástica, hecha a medida de los hombres, siempre necesitados de la fratría, “Pelotón canalla”, para reconocerse. Ahora, eso sí, cámara mediante.

La vida cuando era frágil, con un pulso narrativo muy cinematográfico (no estaría nada mal su traducción en imágenes: sería una serie de éxito asegurado), nos coloca delante de nuestras narices toda esa dolorosa realidad que con frecuencia no queremos ver. Y con la que también con frecuencia, como vemos en varios personajes de la novela, somos cómplices por omisión. De ahí que sería un libro magnífico para que fuera leído por los y las adolescentes, pero también por educadores, madres y padres, tan habitualmente ajenos, no sé si por comodidad (ojos que no ven corazón que no siente) o por ignorancia, a lo que bulle en los cuerpos y en las almas de unos seres a los que se supone deben educar. Una tarea ésta que, concebida en términos emancipatorios, siempre acaba siendo agónica y cargada de contradicciones. Porque, como señala Marina Garcés, “educar es aprender a vivir juntos y aprender juntos a vivir. Siempre y cada vez. Es estar, pues, en lo inacabado que somos: abiertos, expuestos, frágiles”. Una apertura que reclama más tiempo, más conversación, más encuentros. En definitiva, todo eso que lamentablemente arrinconamos en nombre de otras urgencias. La lectura de esta novela de Ada Valero, de manera compartida y debatida, sería una magnífica llave para abrir la puerta a una mirada crítica y colectiva sobre esas fragilidades adolescentes que no estamos atendiendo con empatía. Para que entendamos, de una vez por todas, cuantas víctimas se están quedando por el camino. Golondrinas sin posibilidad de escapar del tatuaje para volar siguiendo el estribillo de El Kanka.

Publicado en: https://www.tercerainformacion.es/articulo/cultura/23/03/2021/la-adolescencia-en-tiempos-de-cultura-pornificada/?p=118457

Comentarios

Entradas populares de este blog

YO, LA PEOR DEL MUNDO

"Aquí arriba se ha de anotar el día de mi muerte, mes y año. Suplico, por amor de Dios y de su Purísima Madre, a mis amadas hermanas las religiosas que son y en lo adelante fuesen, me encomienden a Dios, que he sido y soy la peor que ha habido. A todas pido perdón por amor de Dios y de su Madre. Yo, la peor del mundo: Juana Inés de la Cruz". Mi interés por Juana Inés de la Cruz se despertó el 28 de agosto de 2004 cuando en el Museo Nacional de Colombia, en la ciudad de Bogotá, me deslumbró una exposición titulada "Monjas coronadas" en la que se narraba la vida  y costumbres de los conventos durante la época colonial. He seguido su rastro durante años hasta que al fin durante varias semanas he descubierto las miles de piezas de su puzzle en Las trampas de la fe de Octavio Paz. Una afirmación de éste, casi al final del libro, resume a la perfección el principal dilema que sufrió la escritora y pensadora del XVII: " Sor Juana había convertido la inferioridad

EL ÁNGEL DE AURORA Y ELENA

  El dolor siempre pasa por el cuerpo. Y la tristeza. También el goce, los placeres, la humillación. Somos cuerpo atravesado por las emociones. Los huesos y la piel expresan los quiebros que nos da la vida. Esta acaba siendo una sucesión de heridas, imperceptibles a veces, que nos dan nombre. Algunas supuran por los siglos de los siglos. Otras, por el contrario, cicatrizan y nos dejan tatuados. Las heridas del amor, de los placeres, de los esfuerzos y de las pérdidas. Estas últimas son las que más nos restan. Como si un bisturí puñetero nos arrancara centímetros de piel.   Sin anestesia. Con la desnudez propia del recién nacido. Con la ligereza apenas perceptible del que se va. No puedo imaginar una herida más grande que la provocada por la muerte de un hijo apenas recién iniciado su vuelo. Por más que el tiempo, y las terapias, y   las drogas, y los soles de verano, hagan su tarea de recomposición. Después de una tragedia tan inmensa, mucho más cuando ha sido el fruto de los caprich

CARTA A MI HIJO EN SU 15 CUMPLEAÑOS

  De aquel día frío de noviembre recuerdo sobre todo las hojas amarillentas del gran árbol que daba justo a la ventana en la que por primera vez vi el sol  reflejándose en tus ojos muy abiertos.   Siempre que paseo por allí miro hacia arriba y siento que justo en ese lugar, con esos colores de otoño, empezamos a escribir el guión que tú y yo seguimos empeñados en ver convertido en una gran película. Nunca nadie me advirtió de la dificultad de la aventura, ni por supuesto nadie me regaló un manual de instrucciones. Tuve que ir equivocándome una y otra vez, desde el primer biberón a la pequeña regañina por los deberes mal hechos, desde mi torpeza al peinar tu flequillo a mis dudas cuando no me reconozco como padre autoritario. Desde aquel 27 de noviembre, que siento tan cerca como el olor que desde aquel día impregnó toda nuestra casa, no he dejado de aprender, de escribir borradores y de romperlos luego en mil pedazos, de empezar de cero cada vez que la vida nos ponía frente a un n