Ir al contenido principal

AMPARO RUBIALES: La utopía y la ternura.


Desde hace no muchos años en mi vida hay tres Amparos. La primera es mi bisabuela, que nos dejó hace ya algunos años, pero que sigue estando presente como una de esos libros antiguos que tienes detrás de otros muchos, casi perdido en la estantería, pero que de vez en cuando te gusta cogerlo y pasar los dedos por sus páginas, como si fuera una caricia. Nada hay más placentero que esa rara sensación de polvo y memoria que se queda en las manos y que como si fuera un perfume te acompaña durante un buen rato. La segunda, y obviamente la más importante, es mi madre, la lectora voraz y la mujer araña que todavía hoy, en la distancia del tiempo y los kilómetros, continúa cada día tejiendo esa especie de bufanda interminable con la que siempre quiso abrigar a sus hijos. La tercera, y la que llegó más tarde a mis días, es Amparo Rubiales, una de esas afinidades electivas que me ha regalado el feminismo, y que se ha convertido en poco pero intenso tiempo en una de las ventanas de mis días. A la cual que me asomó para entender mucho mejor el presente y para darme cuenta de que la juventud no es cuestión de años sino de ánimo revolucionario.

La tercera Amparo de mi vida hoy cumple años. Aunque me habría gustado acompañarla en la celebración, estos tiempos de pandemia me obligan a abrazarla en la distancia y a compartir con ella, palabras mediante, un día que no es más que un pretexto para seguir llenando y llenándonos de vida. Es ésta también una lección que he aprendido escuchándola, observándola y siguiéndola por unas redes en la que ella se maneja mejor que una marinera curtida en veleros. A su lado, en estos años de conversaciones largas e intensas, de intimidades que muy pronto verán la luz, y de emociones que nos han atravesado para bien y para mal, he ido dándome cuenta de que lo mal que el patriarcado trata a las mujeres en general pero muy en especial a las que llegan a una cierta edad en la que parecen situarse fuera del mercado. En la que ya no son objetos capaces de responder a la "ley del agrado" dictada por los varones y en la que se supone que ya han satisfecho el cupo de participación en lo social y lo político, cuando paradójicamente es el momento en que la mayoría de ellas aparecen más libres, inteligentes y combativas. A diferencia de nosotros que, salvo contadas excepciones, solemos envejecer muy mal y eso que la cultura machista no hace sino aumentar nuestro atractivo y autoridad cuando vamos quedándonos sin pelo. Amparo Rubiales, la hija del juez, la Doctora en Derecho, la compañera del arquitecto, la madre que apenas si sabe freír un huevo, la pionera en tantas lides y en tantos espacios que en este país apestaban a testosterona, se ha ido haciendo más y más luminosa con los años, demostrándonos a todos y a todas que la edad no es una fecha en el DNI sino más bien un estado de ánimo. Tan fresca, como diría Anna Freixas, y tan liberada de compromisos, que no de lealtades, en un mundo en el que ser joven cotiza alto en el mercado de las apariencias y en un mundo, el dominado por las nuevas tecnologías y las redes sociales, en el que no es muy habitual que una señora con sus años y su trayectoria se despierte cada mañana con la energía que lo hace Amparo. Feminista acérrima desde unos años en los que en este país casi nadie se atrevía a calificarse como tal, actriz que un día decidió dejar las tablas por el Derecho y que luego aparcó el Derecho Administrativo para convertirse en la primera mujer en muchos lugares donde todavía a ellas les cuesta estar y ser reconocidas.

Si en este país no fuéramos tan desmemoriados,  y muy especialmente con lo que tiene que ver con las mujeres, Amparo estaría mucho más presente no solo en las páginas que nos recuerdan de donde venimos sino también en muchos espacios donde todavía hoy ella tiene mucho que decir. Insisto, desde las mayores dosis de libertad y frescura que le dan las décadas que muestran sus hermosas arrugas. Afortunadamente yo y todas las personas que la tenemos cerca, y que la queremos, y que nos sentimos queridas por ella, podemos disfrutar de su brío, de su luz y de su militancia, feminista y socialista. Todo un ejemplo para quienes hoy nadan en las aguas de la conveniencia  y en la indefinición a que obliga ser esclava o esclavo de una carrera política. Toda una lección para tantas jóvenes que deberían mirarse en Amparo para, desde su mirada, sumar y seguir sumando. Como siempre hizo el feminismo. Esa energía emancipadora que Amparo intuyó cuando se enfrentó a un Derecho Romano tan misógino y que hoy no deja de alimentar con lecturas, preguntas y batallas. Como si fuera una alumna recién llegada a la Facultad y yo, a su lado, un compañero de pupitre con el que compartir tomando un café la utopía y la ternura. Esa que ella se niega a reconocer bajo su caparazón de tortuga inquieta.



Comentarios

Entradas populares de este blog

YO, LA PEOR DEL MUNDO

"Aquí arriba se ha de anotar el día de mi muerte, mes y año. Suplico, por amor de Dios y de su Purísima Madre, a mis amadas hermanas las religiosas que son y en lo adelante fuesen, me encomienden a Dios, que he sido y soy la peor que ha habido. A todas pido perdón por amor de Dios y de su Madre. Yo, la peor del mundo: Juana Inés de la Cruz". Mi interés por Juana Inés de la Cruz se despertó el 28 de agosto de 2004 cuando en el Museo Nacional de Colombia, en la ciudad de Bogotá, me deslumbró una exposición titulada "Monjas coronadas" en la que se narraba la vida  y costumbres de los conventos durante la época colonial. He seguido su rastro durante años hasta que al fin durante varias semanas he descubierto las miles de piezas de su puzzle en Las trampas de la fe de Octavio Paz. Una afirmación de éste, casi al final del libro, resume a la perfección el principal dilema que sufrió la escritora y pensadora del XVII: " Sor Juana había convertido la inferioridad

EL ÁNGEL DE AURORA Y ELENA

  El dolor siempre pasa por el cuerpo. Y la tristeza. También el goce, los placeres, la humillación. Somos cuerpo atravesado por las emociones. Los huesos y la piel expresan los quiebros que nos da la vida. Esta acaba siendo una sucesión de heridas, imperceptibles a veces, que nos dan nombre. Algunas supuran por los siglos de los siglos. Otras, por el contrario, cicatrizan y nos dejan tatuados. Las heridas del amor, de los placeres, de los esfuerzos y de las pérdidas. Estas últimas son las que más nos restan. Como si un bisturí puñetero nos arrancara centímetros de piel.   Sin anestesia. Con la desnudez propia del recién nacido. Con la ligereza apenas perceptible del que se va. No puedo imaginar una herida más grande que la provocada por la muerte de un hijo apenas recién iniciado su vuelo. Por más que el tiempo, y las terapias, y   las drogas, y los soles de verano, hagan su tarea de recomposición. Después de una tragedia tan inmensa, mucho más cuando ha sido el fruto de los caprich

CARTA A MI HIJO EN SU 15 CUMPLEAÑOS

  De aquel día frío de noviembre recuerdo sobre todo las hojas amarillentas del gran árbol que daba justo a la ventana en la que por primera vez vi el sol  reflejándose en tus ojos muy abiertos.   Siempre que paseo por allí miro hacia arriba y siento que justo en ese lugar, con esos colores de otoño, empezamos a escribir el guión que tú y yo seguimos empeñados en ver convertido en una gran película. Nunca nadie me advirtió de la dificultad de la aventura, ni por supuesto nadie me regaló un manual de instrucciones. Tuve que ir equivocándome una y otra vez, desde el primer biberón a la pequeña regañina por los deberes mal hechos, desde mi torpeza al peinar tu flequillo a mis dudas cuando no me reconozco como padre autoritario. Desde aquel 27 de noviembre, que siento tan cerca como el olor que desde aquel día impregnó toda nuestra casa, no he dejado de aprender, de escribir borradores y de romperlos luego en mil pedazos, de empezar de cero cada vez que la vida nos ponía frente a un n