To my sister... Un hombre desnudo en el centro del escenario. Un ser desvalido frente a la Naturaleza, la maldad humana y el poder. Un hombre al que poco a poco van vistiendo. Como si se tratara de una ceremonia, o una liturgia, o en fin, una representación. El cuerpo desnudo se transforma en un rey, o en un actor que hace de rey. Puro teatro. La monarquía como farsa, el poder como representación, la masculinidad como una máscara. El valor del silencio y, sobre todo, el de las palabras. En ese inicio contundente, y sobrecogedoramente bello – o sea, inteligente - , está resumido a la perfección todo el sentido que Magüi Mira ha querido darle a El discurso del rey. Sin apenas más recursos que un efectivo juego de luces que va dotando de vida a un escenario austero, un ingenioso juego coreográfico de actores y actrices, y unas interpretaciones ajustadas y en algún caso brillantes, la representación consigue el efecto buscado. Es decir, que el espectador se sienta int...
Cuaderno de bitácora de Octavio Salazar Benítez