
Empezar con Para la libertad fue toda una declaración de intenciones para una noche en la que, aunque Miguel se notó cansado al principio, fue desplegando todo su repertorio de duende y clase. Lo hizo con la ayuda del admirable Amargós y de unos músicos en estado de gracia. Con elegancia y sentimiento nos hizo un recorrido por su último trabajo, los Sonetos para el amor y la libertad, en el que destacan joyas como el Atreverse, desmayarse de Lope de Vega, el Hielo abrasador de Quevedo o el que para mí esto un himno vital Donde pongo la vida de Ángel González. La voz de la ecijana Esperanza León le acompañó en estos versos de compromiso y ternura. Como lo hizo, en una de las sorpresas de la noche, la cordobesa Lía. Como hombre intenso y libre que es - digo lo que pienso y canto lo que me gusta, dijo - no esquivó el posicionamiento político y la rebeldía frente al dolor que hoy sacude Europa: ahí estuvo el contundente Guerra a la guerra de Alberti.

Y no podían faltar sus coplas del querer. En las que se fusionan la poesía y el flamenco, en las que convergen la memoria sentimental de Miguel y la de tantas generaciones, en las que es posible encontrar los latidos más fuertes del alma y el desgarro que solo cabe en el corazón de quien ama y se desenamora. Las coplas de su madre y de mis abuelas. No debía de quererte, las culpas, los celos, las mujeres entregadas y negadas, las valientes, las doloridas, las domesticadas y las rebeldes. Copla en voz de hombre.
Cuando ya creíamos que el final estaba escrito, tras una rutilante y festiva Leyenda del tiempo, la noche nos deparó la última sorpresa. Miguel, que es amigo de sus amigos, que es humilde pese a su grandeza, se dejó abrazar en el escenario por sus músicos, por Esperanza, por Lía y por otros artistas que estaban en la Axerquía disfrutando de su arte. Subieron al escenario el cordobés- de adopción - Quico Peña, un amigo porteño de la Córdoba argentina que baila por bulerías y hasta un japonés entregado al flamenco. La fiesta entonces alcanzó el delirio, casi tres horas después de su inicio.
Anoche Miguel volvió a demostrar que es muy grande, que tiene ese halo mágico que solo pertenece a algunos privilegiados y que, en consecuencia, es capaz de traspasar esa línea fronteriza que separa el escenario del público. Donde pone la vida pone el fuego y ese se nota en cada paso, incluso en sus titubeantes a veces palabras y en su cuerpo de niño que parece resistirse a crecer. Ayer comentó al iniciar el espectáculo que lo único que pretendía era que los allí presentes nos lleváramos a casa en el corazón algo bueno, aunque fuera pequeñito, que no teníamos al principio. Y así fue. Al menos en mi caso, esta mañana he amanecido con la cama llena de sonetos, coplas y cantes. Las coplas de mi querer, los sonetos de mi vida, los cantes de mi esperanza. Y me he levando un día más dispuesto a vivir para la libertad, hielo abrasador que no escarcha, y a continuar empeñado en que si sale amor...la primavera avanza.
Miguel Poveda, Sonetos para el amor y la libertad
Teatro de la Axerquía, 19 de septiembre de 2015
Fotografías: Alejandro Cepedello
Total y exacto yo lo disfrute en fines Sevilla tal como lo reflejas aquí no voy a olvidar esa noche
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