Mañana viernes vuelve a celebrarse en Córdoba la feliz idea de la noche de las personas investigadoras. La arroba de los carteles nos recuerda lo que, por otra parte, debería ser a estas alturas una evidencia: es decir, que la investigación es cosa de hombres y de mujeres. Algo que, sin embargo, nuestra sociedad se resiste a asumir, como demuestran los escandalosos datos de la encuesta que ayer se hacían públicos. Que el 63% de los españoles siga pensando que las mujeres no sirven para ser científicas de alto nivel demuestra como el orden patriarcal, que es una estructura de poder y una concepción cultural y simbólica del ser humano, sigue resistiéndose a desaparecer. Ellas además solo reciben el 18% de los premios científicos en nuestro país y ocupan solo el 20% de los puestos directivos. Una realidad que contrasta por ejemplo con el número creciente de alumnas en las Universidades o con la más que evidente constatación de que sus méritos y capacidades suelen brillar más que los de sus colegas varones.
Sin embargo, el techo de cristal sigue ofreciendo obstáculos o, como mínimo, poniéndoselo mucho más difícil a ellas que a nosotros. Incluido un imaginario social en el que ellas continúan siendo las que se agobian cuando descubren una mancha en la ropa y nosotros los que con bata blanca descubrimos el remedio perfecto. Son urgentes por lo tanto políticas de acción positiva que favorezcan que ellas estén y sean visibles, que se las reconozca como pares y no se cuestione, como también sigue siendo tan habitual, su autoridad. Ellas, aunque el reciente congreso celebrado por esta casa pareció desconocerlo, también contribuyen a generar sabiduría y conocimiento. Sin ellas, que son la mitad, ni la democracia es tal ni la ciencia merece escribirse con mayúsculas. Por lo tanto espero que mañana, de manera singular, celebremos la noche de todos los que nos dedicamos a la investigación pero muy especialmente la de quienes aún tienen que justificar el doble su mérito y capacidad. Porque sin la mitad femenina, la Ciencia, los Saberes, la Cultura, no es más que un espejo androcéntrico en el que el patriarca continuará regodeándose y mirándose el ombligo.
Columna Hoy por Hoy, Radio Córdoba, CADENA SER, 24-9-2015
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