Una nueva amiga
François Ozon, 2014
Nunca ha sido Ozon un director cuyo cine me haya provocado grandes entusiasmos. Tal vez En la casa sea la única película suya que, pese a lo artificioso de la historia y de su narración, logró interesarme y perturbarme algo más. En ese caso los méritos creo que eran más de la obra teatral de Mayorga que le sirvió de base que de la película en sí. El resto de su filmografía me ha dejado indiferente la más de la veces, irritado otras tantas, aunque he de reconocer que en casi todas sus obras hay atisbos de genialidad, grandes interpretaciones y una cierta mirada sobre la sexualidad que pudiera ser uno de los hilos conductores de una obra variada y desconcertante.
François Ozon, 2014

Tras una más que discutible Joven y bonita - que sin duda provocaría la reacción más furibunda de cualquier mujer, y de cualquier hombre, convencido sobre la violencia que supone el ejercicio de la prostitución -, ha llegado a nuestras pantallas Una nueva amiga. Una película en la que confluyen todos los vicios del peor Ozon, empezando por la misma indefinición del tono de la narración, de la que no sabemos si es una comedia, un drama o todo lo contrario. Y eso que la historia que tenía entre manos podría haber dado lugar a una más que interesante reflexión sobre las fronteras del género y sobre la necesidad de romper las barreras que delimitan lo masculino y lo femenino. Sin embargo, esta historia de deseos cruzados, de travestis y de "confusiones" de género acaba degenerando en una película mal contada, con algunos momentos ciertamente "bochornosos" (y que me han recordado al peor Almodóvar) y que además peca de esos excesos tan propios de cierto cine francés. Es decir, esa cierta complacencia del que se cree un artista y un intelectual capaz de mirar al espectador por encima del hombro, consiguiendo finalmente todo lo contrario, es decir, que sea el espectador el que lo haga descender a lo más hondo de la tierra.
Una historia similar fue resuelta hace unos años con mucha mayor hondura y precisión por Achero Mañas en la a mi parecer poco valorada Todo lo que tú quieras (2010). En ella, el personaje interpretado por Juan Diego Botto, tras la desaparición de su mujer, decide travestirse para que así su hija pequeña no sienta la ausencia de la madre. En la película de Mañas se planteaba toda una reflexión sobre lo absurdo de las divisiones de género y sobre la necesidad de construir nuevas subjetividades en las que la frontera masculino/femenino se diluya en nombre de los libres deseos del individuo. Una superación que ha de suponer por lo tanto también una superación de los márgenes que separan el ejercicio de la paternidad y de la maternidad.
A pesar de las esforzadas interpretaciones de sus actores y actrices, mucho más discutible en el caso de Roman Duris, lo más grave de la película de Ozon es que ética y estética parecen no coincidir nunca, de forma que al final lo pretendidamente novedoso o rompedor de la historia acaba limitado a una mirada ciertamente reductiva y pacata. Más con olor a telecomedia barata que a una intensa creación sobre las identidades sexuales. Algo que recientemente sí que consiguió por ejemplo el brillante Xavier Dolan en su fascinante Lawrence anyways.
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