Mis queridas moclinas,
Siempre que llegan estos días de marzo recuerdo los momentos que tuve la suerte de compartir con vosotras hace un par de años. En mi memoria permanecen como uno de esos tesoros que hacen que la vida valga la pena y como tal lo cuido, lo mimo, para que nunca se borre y siempre permanezca vivo. A través de Félix voy siguiendo todas las cosas que hacéis y no pierdo ni un detalle de todo lo que se mueve en ese rincón de Huelva que tanto me sorprendió. Por eso sé que hoy tenéis organizada una merienda y un encuentro en el que vais a hablar sobre el día de la mujer que se celebra el 8 de marzo. A través de estas letras también quiero estar con vosotras, que me sintáis parte de la celebración, aunque me quede con las ganas de probar vuestros dulces y de daros el abrazo que os merecéis.
Un abrazo fuerte y muchos besos para todas ( y para Félix también, claro)....

Siempre que llega el día 8 de marzo, me gusta recordar a mis abuelas, las cuales fallecieron ya hace algunos años. Mi abuela materna se llamaba Rita y la paterna Carmen. Las dos nacieron en Cabra, un pueblo que está al sur de la provincia de Córdoba. A ambas les tocó vivir unos años muy difíciles de este país: la guerra y, peor aún incluso, la posguerra. Y tuvieron que sobrevivir en un mundo de hombres, muy machista, en el que las mujeres tenían que estar sometidas a ellos y recluidas en las tareas del hogar. En sus labores, como se decía antiguamente en el DNI. Mi abuela Carmen ni siquiera pudo ir a la escuela. No sabía ni leer ni escribir. Recuerdo como tenía que firmar con la yema de un dedo y como le gustaba que le leyera las cosas que yo ya entonces, cuando era un niño, me gustaba escribir. Mi abuela Rita sí fue a la escuela pero no pudo estudiar todo lo que hubiera querido. Era una mujer muy inquieta. La recuerdo siempre leyendo el periódico, anotando versos, echando en falta todo lo que los hombres no le habían dejado disfrutar. Esas dos mujeres, paradójicamente, siempre me parecieron mucho más inteligentes y valientes que mis abuelos. Y sin embargo tuvieron que conformarse con llevar una vida sacrificada, vivida por y para los demás, sin que realmente tuvieran un proyecto propio.
Me gusta pensar en ellas cuando celebro las conquistas que las mujeres han ido realizando en este país. Como afortunadamente se han ido poniendo a la misma altura que los hombres. Y en esa celebración no puedo olvidar sin embargo a todas esas mujeres de generaciones anteriores que tuvieron que soportar incluso las sinrazones de los maridos, las rejas de la casa o la falta de autonomía. Esa memoria debería formar un puente con todo lo que todavía queda por conseguir. Porque a pesar de todos los avances son todavía muchos los obstáculos que las mujeres siguen encontrando para ejercer los derechos en condiciones de igualdad. En la parte privilegiada del planeta que estamos y por supuesto en otros países que están más cerca de la Edad Media. Una situación que se hace mucho más complicada en estos momentos de crisis que estamos sufriendo.
Por eso, mis queridas moclinas, cuando llega el día 8 de marzo, debemos sí celebrar la igualdad, pero sin olvidarnos de las que vivieron siempre con renuncias y de nuestras hijas y nietas que merecen tener un mundo más justo. Vosotras, a través de esas pequeñas grandes cosas que hacéis en Zufre, del entusiasmo con que aprendéis cosas nuevas o la curiosidad con que seguís mirando el mundo, sois una pieza fundamental en esa cadena. En la cadena que forman las mujeres cuidadoras, hacedoras de vida, gestionadoras de conflictos de manera pacífica, ciudadanas que habéis conquistado vuestro derecho a tener voz propia y a no tener que estar nunca bajo el dominio de un varón. Y, por supuesto, a no soportar ni un grito, ni un mal gesto, ni una bofetada.
Espero que sigáis luchando día a día por conquistar vuestro espacio de libertad. Que no os canséis de pelear por lo que os corresponde. Y que lo hagáis siempre, como me consta, con una sonrisa generosa, con empatía, con dulzura pero con firmeza al mismo tiempo.
Confío en seguir teniendo noticias vuestras como hasta ahora. A través de Félix - ese hombre cómplice que si no existiera tendríamos que inventarlo -, seguiré estando cerca de vosotras. Y espero, os prometo, que pronto volveremos a vernos y compartiremos algún rato de reflexiones, risas y dulces... porque no os podéis ni imaginar lo goloso que soy....
Celebrad con alegría y compromiso el día 8 de marzo, y también cada día como si fuera el último. Y
recordad que en Córdoba tenéis un hombre feminista que os admira y que os quiere, y que, ya sabéis, dejó en Zufre un pedazo de su corazón.Un abrazo fuerte y muchos besos para todas ( y para Félix también, claro)....
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