La reina convertida en esclava. La que todo lo tuvo y ahora nada tiene. La madre que llora la muerte del esposo y de los hijos. La que tiene que ofrecer a su hija en ofrenda a los dioses. La sometida a la ley del patriarca. La víctima principal de todas las guerras, de todas las batallas. La que se revuelve desde dentro para plantarle cara al destino. La que se agarra a las manos de sus cómplices femeninas para soportar, y luchar, en un mundo de hombres. La que es capaz de urdir la trama más perversa cuando la justicia que administran ellos la ignora y la pisotea. La voz que clama por ser oída y acaba siendo tan nula como la de un esclavo. La protagonista de todas las tragedias y la dueña de las emociones. La esposa, la amante, la madre. La olvidada. La vendida. La extranjera siempre. La que acaba en las afueras del mundo y, pese a tanto horror, es capaz de levantarse sobre sus propias ruinas. La que mancha sus manos con la sangre de otros y se agarra a la tierra sintiéndose naturale...
Cuaderno de bitácora de Octavio Salazar Benítez