Ir al contenido principal

MÁS QUE REFORMA, REVOLUCIÓN

Las fronteras indecisas
Diario Córdoba, 9-12-2013

Mucho se está hablando en el 35 aniversario de la Constitución de la necesidad de su reforma. Parece haber una cierta unanimidad en cuanto al agotamiento de un texto que, después de más de tres décadas en vigor, no puede dar más de sí. Sin embargo, desde mi punto de vista el objetivo debería ser mucho más ambicioso. Porque no se trataría de una simple operación de cosmética, o de ciertos ajustes de puesta al día, sino que lo necesario sería abrir un proceso constituyente en el que definiéramos un pacto de convivencia con arreglo al lenguaje y los retos que plantea el siglo XXI. Es decir, se trataría de superar un texto, del que por supuesto hay que alabar todo lo bueno que nos ha procurado, y alumbrar un contrato en el que se redefinan las bases para el ejercicio del poder y las garantías de nuestros derechos.
Este ambicioso reto implicaría a su vez otros dos previos. El primero tiene que ver con la superación de la visión acrítica de una transición que tuvo, como diría mi compañero Alejandro Ruiz-Huerta, muchos "ángulos ciegos" y que debe ser revisada con la distancia objetiva que dan los años. El segundo nos llevaría a completar precisamente una serie de transiciones por las que el proceso de 1978 pasó de puntillas, tal vez por la urgencia del consenso y la cobardía de una sociedad acostumbrada a obedecer. Esas transiciones implicarían la superación definitiva de un modelo social marcado por el autoritarismo y las servidumbres, nunca vapuleado por los bríos de una revolución ilustrada, así como de los vicios e hipotecas de unas estructuras patriarcales y confesionales. De ese cúmulo de factores que conforman el subsuelo del sistema derivan buena parte de los problemas, imperfecciones y heridas que continúan sangrando. Algunas con renovados ímpetus en estos momentos de crisis y de posiciones reaccionarias. Basten como ejemplo las actitudes crecientes que confirman que nuestra sociedad continúa siendo machista, así como las que se empeñan en identificar con los dogmas de una religión los criterios éticos que deben regir, desde el laicismo, la convivencia de los diferentes.
Ese nuevo pacto debería tener presente que los tres grandes retos actuales del Estado pasan por tres equilibrios que miran al futuro: el interterritorial, el intergeneracioal y, de manera prioritaria y transversal, el aún por construir definitivamente entre mujeres y hombres. Desde el convencimiento de que la clave de esta revisión debería situarse más en el Título I que en el VIII y desde la militancia en la conexión íntima entre igualdad socio-económica y calidad democrática. Lo cual, en fin, debería incidir a su vez en el corazón mismo del devaluado modelo representativo, así como en algunas de las opciones básicas del 78 que hoy deberíamos cuestionar, tales como la Jefatura del Estado o la omnipresencia de los partidos.
Este osado proyecto requeriría, de entrada, de una ciudadanía que dé el paso desde la indignación al compromiso activo. Que no solo tome las calles sino también las tribunas. Que se "empodere" definitivamente frente a los poderes políticos y económicos. A su vez, el horizonte ansiado sería mera utopía sin el concurso de un liderazgo político del que hoy por hoy, me temo, carecemos en nuestro país. Baste con contemplar elestado ruinoso de los partidos y de los sindicatos a los que la Constitución otorgó un protagonismo esencial. De ahí que el punto de partida de todo lo anterior debería ser la refundación de unas estructuras caducas y la reinvención de unos mecanismos de participación política en los que podamos reconocernos y confiar. Esa sería la verdad y radical revolución que nos llevaría a la sociedad democrática avanzada que en el 78 apenas se intuyó. Esa sería parte de la revolución ilustrada que este país necesita desde hace siglos y que, ilusos, pensamos que resolveríamos con una Constitución hecha sobre las renuncias y los silencios. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

YO, LA PEOR DEL MUNDO

"Aquí arriba se ha de anotar el día de mi muerte, mes y año. Suplico, por amor de Dios y de su Purísima Madre, a mis amadas hermanas las religiosas que son y en lo adelante fuesen, me encomienden a Dios, que he sido y soy la peor que ha habido. A todas pido perdón por amor de Dios y de su Madre. Yo, la peor del mundo: Juana Inés de la Cruz". Mi interés por Juana Inés de la Cruz se despertó el 28 de agosto de 2004 cuando en el Museo Nacional de Colombia, en la ciudad de Bogotá, me deslumbró una exposición titulada "Monjas coronadas" en la que se narraba la vida  y costumbres de los conventos durante la época colonial. He seguido su rastro durante años hasta que al fin durante varias semanas he descubierto las miles de piezas de su puzzle en Las trampas de la fe de Octavio Paz. Una afirmación de éste, casi al final del libro, resume a la perfección el principal dilema que sufrió la escritora y pensadora del XVII: " Sor Juana había convertido la inferioridad

EL ÁNGEL DE AURORA Y ELENA

  El dolor siempre pasa por el cuerpo. Y la tristeza. También el goce, los placeres, la humillación. Somos cuerpo atravesado por las emociones. Los huesos y la piel expresan los quiebros que nos da la vida. Esta acaba siendo una sucesión de heridas, imperceptibles a veces, que nos dan nombre. Algunas supuran por los siglos de los siglos. Otras, por el contrario, cicatrizan y nos dejan tatuados. Las heridas del amor, de los placeres, de los esfuerzos y de las pérdidas. Estas últimas son las que más nos restan. Como si un bisturí puñetero nos arrancara centímetros de piel.   Sin anestesia. Con la desnudez propia del recién nacido. Con la ligereza apenas perceptible del que se va. No puedo imaginar una herida más grande que la provocada por la muerte de un hijo apenas recién iniciado su vuelo. Por más que el tiempo, y las terapias, y   las drogas, y los soles de verano, hagan su tarea de recomposición. Después de una tragedia tan inmensa, mucho más cuando ha sido el fruto de los caprich

CARTA A MI HIJO EN SU 15 CUMPLEAÑOS

  De aquel día frío de noviembre recuerdo sobre todo las hojas amarillentas del gran árbol que daba justo a la ventana en la que por primera vez vi el sol  reflejándose en tus ojos muy abiertos.   Siempre que paseo por allí miro hacia arriba y siento que justo en ese lugar, con esos colores de otoño, empezamos a escribir el guión que tú y yo seguimos empeñados en ver convertido en una gran película. Nunca nadie me advirtió de la dificultad de la aventura, ni por supuesto nadie me regaló un manual de instrucciones. Tuve que ir equivocándome una y otra vez, desde el primer biberón a la pequeña regañina por los deberes mal hechos, desde mi torpeza al peinar tu flequillo a mis dudas cuando no me reconozco como padre autoritario. Desde aquel 27 de noviembre, que siento tan cerca como el olor que desde aquel día impregnó toda nuestra casa, no he dejado de aprender, de escribir borradores y de romperlos luego en mil pedazos, de empezar de cero cada vez que la vida nos ponía frente a un n