El dolor siempre pasa por el cuerpo. Y la tristeza. También el goce, los placeres, la humillación. Somos cuerpo atravesado por las emociones. Los huesos y la piel expresan los quiebros que nos da la vida. Esta acaba siendo una sucesión de heridas, imperceptibles a veces, que nos dan nombre. Algunas supuran por los siglos de los siglos. Otras, por el contrario, cicatrizan y nos dejan tatuados. Las heridas del amor, de los placeres, de los esfuerzos y de las pérdidas. Estas últimas son las que más nos restan. Como si un bisturí puñetero nos arrancara centímetros de piel. Sin anestesia. Con la desnudez propia del recién nacido. Con la ligereza apenas perceptible del que se va. No puedo imaginar una herida más grande que la provocada por la muerte de un hijo apenas recién iniciado su vuelo. Por más que el tiempo, y las terapias, y las drogas, y los soles de verano, hagan su tarea de recomposición. Después de una tragedia tan inmensa, mucho más cuando ha sido el fruto de los caprich
Me encontré con la ‘pieza’ hace unos días en el informativo de una cadena nacional (Telecinco o Antena 3, no lo recuerdo ahora; supongo que lo emitirían todas —por cierto, en horario de protección infantil…—) y aunque los largos años de trabajo en la materia ya me tienen bastante curado de espantos de ese tipo, la verdad es que me agrió el almuerzo. Desesperante. Y lo peor, observar la cantidad de críos que había observando aquello (y disfrutando del ‘evento’ con toda naturalidad), garantizando la perpetuidad de la barbarie en su entorno. Cuánto queda por trabajar…
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y hasta pronto.
Parece mentira que en nombre de la religión y las "costumbres", se sigan cometiendo éste tipo de atrocidades. Mujeres, hombres, niños, homosexuales, personas con malformaciones... cualquier "excusa" es buena en nombre de "Dios", "Alá", "Mahoma" o cualquier ser superior.... Triste, penoso, descorazonador, verguenza de pertenecer a la condición humana
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