Llevo años trabajando con hombres jóvenes y no tan jóvenes en cuestiones relacionadas con igualdad, y muy especialmente en tratar de hacerles ver la conexión que existe entre la cultura machista y la violencia. La violencia en general y, de manera más singular, las que sufren las mujeres. En la mayoría de los casos siempre me he encontrado con una tendencia a enfocar esta realidad como si fuera algo externo a ellos, algo que les pasa a otros. Esos “otros”, no ellos, que son los machistas y no digamos los violentos. Salvo excepciones, les cuesta admitir que a diario todos reproducimos machismo y que hemos sido socializados de tal manera que nuestra identidad se ha construido sobre una cultura de dominio, de relevancia pública y de subjetividad y autonomía incontestables. Un paradigma que, a su vez, necesita del que concibe a las mujeres con un estatus inferior al nuestro, además de como permanentemente disponibles para satisfacer nuestros deseos y necesidades. Justamente es...
Me encontré con la ‘pieza’ hace unos días en el informativo de una cadena nacional (Telecinco o Antena 3, no lo recuerdo ahora; supongo que lo emitirían todas —por cierto, en horario de protección infantil…—) y aunque los largos años de trabajo en la materia ya me tienen bastante curado de espantos de ese tipo, la verdad es que me agrió el almuerzo. Desesperante. Y lo peor, observar la cantidad de críos que había observando aquello (y disfrutando del ‘evento’ con toda naturalidad), garantizando la perpetuidad de la barbarie en su entorno. Cuánto queda por trabajar…
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y hasta pronto.
Parece mentira que en nombre de la religión y las "costumbres", se sigan cometiendo éste tipo de atrocidades. Mujeres, hombres, niños, homosexuales, personas con malformaciones... cualquier "excusa" es buena en nombre de "Dios", "Alá", "Mahoma" o cualquier ser superior.... Triste, penoso, descorazonador, verguenza de pertenecer a la condición humana
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