Los votantes socialistas de esta ciudad llevamos años, por no decir décadas, absolutamente desorientados ante las decisiones de un partido que parece empeñado en ponérselo fácil al adversario. Con una cierta angustia hemos seguido en los últimos meses el baile de nombres que se barajaban para las municipales. No me cabe duda de las dificultades de la decisión, sobre todo si tenemos en cuenta el negativo horizonte electoral, lo cual justifica que nombres de cierto peso ni siquiera se lo hayan planteado, por más que a algunos nos hubiera encantado que por ejemplo Moratinos fuera alcalde de Córdoba. Pero la práctica política es tan cínica que no tolera que quien ha tenido coche oficial y secretaria acabe de concejal en la oposición. Sin duda, resulta mucho más atractivo, y supongo que económicamente más rentable, terminar la vida política de senador o, en el mejor de los casos, de parlamentario europeo. Eso si por el camino no se inventa una fundación o chiringuito similar en el que seguir justificando que la política, más que un servicio público temporal, es una profesión.
Ante un escenario en el que previsiblemente José Antonio Nieto ganará por goleada --y no tanto por sus méritos como por los deméritos de sus contrincantes--, puede parecer lógico que el partido socialista haya apostado por un candidato que no tiene nada que perder. Ante ese panorama, mucho mejor quemar a un hombre de partido en cuyo currículo, salvo error por mi parte, sólo figura una reciente e intensa consagración a las labores propias del aparato, además de haber formado parte del Consejo de Administración de Cajasur. Ahora bien, resulta difícil de justificar, salvo por las razones partidistas que la razón común no suele entender, que no se haya apostado por quien durante cuatro años ha estado cogobernando en el Ayuntamiento, asumiendo la responsabilidad de una de las áreas municipales más activas y que, de esa manera, podría haber consolidado una tarea que ahora de nuevo vuelve a quedar en el aire.
Pero, más allá de lo cuestionable de la candidatura y de los nubarrones que acechan mayo, lo que resulta más preocupante es la incapacidad del partido socialista cordobés para consolidar un proyecto renovado e ilusionante, al tiempo que un liderazgo capaz de arrastrar votos y confianza. No hace falta repetir la larga lista de nombres quemados en los últimos años ni recordar las guerras intestinas que han hecho que el partido, incluso en los mejores años del ilusionante ZP, permanezca en la noche oscura de la Avenida del Aeropuerto. Es preocupante su desconexión con la ciudadanía y muy especialmente la falta de integración de los sectores más progresistas y críticos de la ciudad. Esos que serían votantes "naturales" del PSOE y que difícilmente toleran que la mediocridad, la improvisación y el gregarismo se acaben imponiendo a la reflexión, el pluralismo y la búsqueda de la excelencia. Los que seguramente en las próximas elecciones engrosaran los porcentajes de la abstención o de los votos en blanco. Y es una pena porque en un momento en el que IU pasa por sus horas más bajas, habría una magnífica oportunidad para preparar en Córdoba una alternativa de izquierdas que fuera más allá del populismo y del taquete rústico, y que nos ilusionara con el proyecto transformador que tanto necesita esta ciudad. Tendremos que seguir esperando, aunque cada vez con menos entusiasmo, y soñando con ese día en que Córdoba tenga por fin unos representantes socialistas que de verdad se crean que la política es el arte de hacer real lo imposible. Continuaremos esperando que el partido socialista sea capaz de airear sus habitaciones cerradas, de escuchar la voz de militantes y simpatizantes y de empezar a construir un edificio pensando más en la ciudadanía que en los inquilinos que sólo de manera temporal deberían tener las llaves de la puerta
Publicado en DIARIO CÓRDOBA, Lunes 13-9-2010
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