Paco fue, ha sido, es, una de las personas más importantes en mi vida universitaria y personal. Lo conocí hace ya casi dos décadas gracias a nuestra común interés por los derechos humanos. Desde entonces he compartido con él, y gracias a él, algunos de los momentos más apasionantes, fructíferos y divertidos de los últimos años. Gracias a Paco, y al impulso con el que daba vida al Instituto de la Paz y los Conflictos, hice de Granada casi mi segunda casa. Vivimos juntos seminarios, conferencias, congresos, reuniones, comidas y largas, largas charlas, en las que siempre era un placer compartir con él sonrisas y sabiduría. La última, en el septiembre pasado, en una tesis que él había dirigido sobre los procesos de paz en Argentina. Como siempre fue un placer compartir debate intelectual con él y luego, en la comida, los dos frente a frente, confidencias, reflexiones, esperanzas y muchos, muchos planes para el curso recién comenzado. Siempre recordaré el sabor dulce de los piononos que me tomé de postre y su sonrisa de niño travieso con la que siempre hacía fácil hasta el más complicado de los entuertos. Ahora esa comida, esos sabores, ese hasta pronto, cobra unan dimensión que entonces no podíamos imaginar.
Aprendí mucho de él y con él. De su mirada sobre la paz imperfecta y de su enorme capacidad para ir más allá de la superficie de las cosas. El me animó a trabajar en muchos de los temas a los que ahora me dedico. Gracias a él tuve una presentación de lujo de mis "Masculinidades y ciudadanía" en Granada, como también antes hizo posible la de mis "Cartografías de la igualdad". Hablamos siempre mucho de género, de empoderamiento, de "ciudadanía íntima", de virtudes cívicas y de la vida en general. Pero sobre todo he intentado aprender, solo soy de momento un vulgar aprendiz, de su enorme generosidad, de su actitud tan hospitalaria y tierna en un mundo tan metálico como el universitario, de la sencillez extrema con la que era capaz de decir la idea más rotunda o de curar la herida más profunda.
Nunca podré olvidar esas noches, en Almería o en Granada, en las que al final de la cena, su querida Cándida se arrancaba a cantar un bolero y él la miraba con los ojos de un chaval enamorado. Como tampoco aquel día en que por las prisas me llevó en su moto, maleta incluida, a la estación de autobuses, sorteando el endiablado tráfico granadino, como si fuera una especie de Nanni Moreti en "Caro diario". Ahí quedan sus imágenes y sus siempre revulsivas palabras en su blog para náufragos y navegantes. Y tantas, tantas páginas, escritas o no, en las que intentó convencernos a todos de que, en cuanto seres imperfectos y vulnerables, estamos obligados a entendernos, a querernos, a reconocernos.
Gracias también a él conocí a Joaquín Herrera, al que también la puta muerte dejó sin voz antes de lo debido. Ambos están para siempre en mis estanterías. En las de mi casa pero también en las de ese interior de un Octavio complejo y errante que tanto le debe a personas que, como ellos, un día me tendieron la mano y compartieron conmigo sus ansias de vivir y de saber. Los que como ellos un día me ayudaron a mirarme en el espejo y reconocerme.
Siempre cuesta cerrar un capítulo cuando los afectos se empeñan en prolongar la historia. Mucho más en el caso de Paco Muñoz que, de alguna manera, era pura vida, energía y entusiasmo. Quizás por eso no podría morir de otra manera que como la ha hecho. Fulminado por un rayo. Veloz. Sin dejar lugar a contemplaciones. Como si hubiera querido darnos una última lección sobre lo imperfecto y fugaz de la vida. Hasta en eso ha sido sabio, aunque a todos los que lo quisimos nos deje bien jodidos.
Este sábado de octubre, querido amigo, cojo los pétalos de la rosa y, como siempre, una vez más, intento tomar nota de la lección que me envías desde el cielo posible de los hombres buenos. Y lo hago en este blog que tú tanto me insististe en crear y en el que no habría deseado escribir una entrada como la que este sábado me está rompiendo en dos.
Foto: Extraída de su blog "Naúfragos y navegantes de Paz y Conflictos". Paco con el alumnado de la Universidad de Córdoba del Máster de Cultura de Paz, del que él fue el principal impulsor (14 noviembre 2010
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