Anoche terminé de ver la quinta temporada de MAD MEN y, además de corroborar que es una de las mejores series de los últimos tiempos, certifiqué la inmensa capacidad de seducción de su personaje principal: Don Draper. En un final muy abierto, como el de todas las temporadas, intuimos que Don vuelve a ser el de siempre, tras unos capítulos en los que lo hemos visto ciertamente acomodado en una inusual serenidad. Vuelve a ser, o al menos intuimos que se lo plantea, el macho triunfador y conquistador, el depredador sexual, el seductor nato. El que enciende los cigarrillos como nadie y el que con esa mirada turbia es capaz de desarmar a cualquiera. Uno de los aspectos más interesantes de la serie es la mirada de género que plantea, en cuanto que nos dibuja a unos hombres y mujeres que en un determinado momento y lugar - la América de los 60, la misma en que Betty Friedan da un salto en el feminismo con su "Mística de la feminidad" - nos pueden servir de prototipo de lo mas...
Cuaderno de bitácora de Octavio Salazar Benítez