Nos hemos ido convirtiendo en unos individuos tan ensimismados, tan enclaustrados en nuestro propio “yo”, que con frecuencia olvidamos que son los otros quienes nos definen. La otredad que través de nuestra piel porosa es parte de lo que somos. Incluso la muerte, percibida siempre a través de quienes mueren, nos habla de nosotros mismos. Tal y como lo explica Ana Carrasco Conde en su libro La muerte en común , cuando una persona querida fallece hay una oquedad que se abre en nosotros, como un agujero que tiene que ver con su ausencia pero también con lo vivido y lo aprendido con ella. De ahí que el duelo sea en gran medida el proceso mediante el cual reajustamos ese hueco y nos acostumbramos a vivir con él, siendo pues distintos ya que también nos falta algo de nosotros mismos. En este inicio de octubre he sentido como uno de esos agujeros me rompía en dos y me llevaba a ese territorio incómodo donde la tristeza y la melancolía casi nos paralizan. Siempre que muere algui...
Cuaderno de bitácora de Octavio Salazar Benítez