Las sociedades avanzadas del siglo XXI parecen empeñadas en no querer mirar la realidad evidente y creciente de su progresivo envejecimiento o, lo que es lo mismo, del incremento imparable de personas que identificamos como “de edad avanzada”, lo cual plantea una serie de retos que van desde las dimensiones de los maltrechos Estados sociales a la redefinición de la ciudadanía de unos sujetos a los que el sistema expulsa a las afueras. Contemplados como una suerte de incapaces jurídica y políticamente hablando, y esclavos de una lógica médica y asistencialista absolutamente parcial e injusta, los individuos que llegan a esa frontera que el mercado identifica con la jubilación se convierten en unos parias a los que con alegría negamos derechos y, por tanto, autonomía. El edadismo que todas y todos hemos interiorizado, y que es una pieza clave de un modelo económico que prima la juventud y la productividad, genera discriminaciones, injusticias y humillaciones, las cuales, ade...
Cuaderno de bitácora de Octavio Salazar Benítez