“Pero yo escribo más por
el fondo que por el hecho de que sean mujeres. Es un terreno resbaladizo.
¿Sabes de lo que tengo miedo? De que al subrayar algo mucho caiga en la
condescendencia, y muchas veces no hay nada más machista que eso”
Carlos Vermut

Pedro Almodóvar o, mejor dicho, su visión de las mujeres,
tiene un digno sucesor en Carlos Vermut. Su recién estrenada Quién te cantará, impecable desde el
punto de vista formal, sugerente aunque tal vez demasiado ensimismada, es una
de esas historias de mujeres en las que tan fácil resulta descubrir la mano de
un sujeto varón que no las entiende sino que construye los personajes que él
como hombre imagina. No sé si incluso los que a él les gustaría ser (en la
revista Fotogramas el propio Vermut
declaraba que durante el rodaje le gustaba acabar vestido como Lila Cassens, el
personaje central de su película). Con unas actrices que, al igual que sucede
en el cine de Almodóvar, brillan al tratar de encarnar a unos personajes a los
que parece tan complicado dotar de vida, el director de Magical girl concentra en apenas dos horas todos los esquemas mediante
los que el patriarca ha definido siempre la subjetividad femenina. El absoluto y omnipotente protagonismo de
ellas – insisto, unas deslumbrantes Najwa Nimri, Carme Elías, Natalia de Molina y, sobre todo, una enorme Eva
Llorach, - no nos ofrece el relato de unas mujeres autónomas, decididas,
capaces de manejar las riendas de su vida, medianamente felices y con el
poderío que a estas alturas del siglo XXI nadie, o casi nadie, les negaría. Incluso
al ser mujeres “sin hombres” podríamos pensar que son dueñas de su destino. Al
contrario, Vermut, como el “mejor” Almodóvar, nos ofrece unas mujeres sufridoras,
marcadas por pasados terribles, angustiadas por un sentimiento de culpa que las
paraliza, absolutamente dominadas por unas emociones que las convierten en
marionetas. Es decir, mujeres dependientes, enfermizas, histéricas en algún
caso, con tendencias suicidas, solitarias y raras. Y para que no falte ningún
ingrediente propio del jerarca que mira, la maternidad. Entendida, eso sí,
desde el estereotipo de la mala madre, o desde la crueldad de la mala hija.
Siempre como una carga que acaba condicionando las posibilidades de felicidad
de unas mujeres que parecen condenadas a no tener alas. Las que se meten en el
mar dejando unos zapatos de tacón en la orilla.
Vista la película, entiendo mucho mejor lo que Carlos Vermut
declaraba hace unos días: "No voy a
decir si soy feminista o no porque hay muchos hombres que lo usan como coartada
moral" (https://www.eldiario.es/cultura/cine/Carlos-Vermut-feminista-coartada-moral_0_829067305.html)
. Se le agradece la honestidad porque su Quién
te cantará nos revela no sé si su ausencia de mirada feminista pero sí,
como mínimo, su concepción estereotipada sobre lo que viven y sienten las
mujeres. Por si había alguna duda, el mismo Vermut lo dejaba claro en la entrevista
apuntada: “Yo hablo de mujeres, pero más
allá de mujeres, de personas. Aunque la película, por el contexto social en el
que vivimos, sea importante por el hecho de que son cuatro mujeres, te mentiría
si dijese que lo he hecho con esa intención. Ni siquiera se aborda desde una
perspectiva de género.”
La historia de Lila Cassens, la cantante de éxito que pierde
la memoria, y la de Violeta, la admiradora que pone en entredicho que la diva
sea única, es todo un enredo melodramático con el que el director monta un
espectáculo lleno de momentos brillantes, de músicas sugerentes y de interpretaciones
que pide a gritos un Goya. Es un lujo además que en nuestro cine las actrices de
todas las edades – ahí está para demostrarlo la espléndida Carme Elías dándole
alma a un personaje que parece no tenerla – tenga las mismas oportunidades que
sus colegas varones. Pero todo ello no implica necesariamente que lo que se nos
cuenta en la pantalla sea justamente el relato que tradicionalmente no se ha
hecho visible. Por el contrario, películas como Quién te cantará nos demuestran cuánto necesitamos a mujeres construyendo
imaginarios y cuánto nos queda por aprender a unos hombres que seguimos condicionados
por los cuentos que siempre nos contaron y en los que nosotros siempre, aún sin
aparecer en escena, éramos/somos los vencedores.
Comentarios
Publicar un comentario