Ir al contenido principal

LUNA CONTRA LA LESBOFOBIA

17 de mayo, Día Internacional contra la Homofobia, Lesbofobia y Transfobia

Luna nació en la Toscana el pasado miércoles, cuando el reloj todavía no había llegado a las diez de la mañana. Pesó dos kilos y medio y midió 46 centímetros. Me cuenta Ángela, una de sus madres, la colombiana,  que come como "un lupo" y que duerme todavía más. Luna ha tenido la suerte de nacer en uno de los lugares más bellos del mundo. Además tiene y tendrá siempre la fortuna de contar con dos madres que la cuidarán y le ayudarán a crecer como una mujer autónoma y valiente. Dentro de un tiempo, cuando celebre su cumpleaños, sus madres le contarán que nació justo la semana en que se celebra el Día Internacional contra la Homofobia, Lesbofobia y Transfobia,  es decir, contra el odio hacia la diversidad afectiva y sexual y las múltiples identidades de género. Y juntas, las tres, celebrarán cada mayo las muchas razones que tienen para dar gracias a la vida. Quizás sin ser conscientes del todo de que Luna es el mejor argumento que podemos ofrecer a aquellos y aquellas que todavía no entienden que la igualdad no es otra cosa que el reconocimiento de las diferencias.


Luna empezará a ir a la escuela y tal vez, en un país como Italia que continúa siendo tan conservador y que mira tanto al Vaticano, no sentirá sobre sus hombros las miradas raras de los niños y de las niñas que observarán como son dos madres las que van a recogerla. Seguramente los ojos de esos compañeros y compañeras serán más limpios que los de unos padres y unas madres tan acostumbrados a entender que la heterosexualidad es la norma. Seguramente un día, cuando Luna tenga posibilidad de entenderlo, su madre colombiana le contará por qué y cuándo tuvo que abandonar Medellín, y le dibujará en un cuaderno las bellezas de un país en el que las estrellas parecen brillar más fuerte que en cualquier otro sitio. Así comprenderá donde están una parte de sus raíces, porque el amor de la madre que no la parió es razón más que suficiente para construir el tronco de afectos y cuidados que supone la maternidad. También le contará como tuvo que dejar los estudios de Derecho y como pasado el tiempo los retomaría en Italia, el país donde conoció a la mujer con la que construyó un proyecto de vida conjunta. Una comunidad de presentes y expectativas. En fin, una familia. Por más que el Código civil italiano se resista a conocerla como tal.

Luna comprenderá, y supongo que incluso con más facilidad que cualquier otra niña, el porqué del viaje de sus madres a España, donde Alessandra fue fecundada. Se sentirá supongo que indignada cuando le expliquen las dificultades que su otra madre, la que llegó del país de las selvas, tendrá para que el Derecho le reconozca los derechos y responsabilidades sobre ella. Como a cualquier otra madre u otro padre. En condiciones de igualdad. Luna empezará a explicarse lo complicado que sigue siendo en este mundo hacer real eso de que ser iguales no es otra que cosa que tener la posibilidad de ser diferentes.

Luna, en todo caso, no necesitará de papeles ni documentos para ser consciente de la gran suerte que ha tenido con las dos madres que la trajeron al mundo. En un acto supremo de generosidad y amor. Las madres que le cantarán canciones, una en italiano, otra en español. La madre que le cocinará los primeros purés con verduras de los campos de la Toscana y la que, entre folio y folio de la tesis, le contará las cuentos que a ella le contaron sus abuelas. 

Espero volver pronto a Florencia y encontrarme con esas tres mujeres que me han dado tantas razones para seguir luchando por la igualdad. Consciente de que no solo la sociedad puede ser homófoba sino también un legislador que se niega, como en el caso italiano, a reconocer que no solo el matrimonio heterosexual puede generar una familia. Ese día espero hacerme una fotografía con Luna y con sus madres, dos mujeres que son para mí un ejemplo de generosa entrega y amor sin barreras. Así quienes lean mi blog comprobarán que esta historia no es fruto de mi imaginación sino simple narración de lo que en una tutoría tuve la suerte que me contara Ángela. La aplicada estudiante de Derecho en la que volví a descubrir, mirándola a los ojos, que los derechos no son otra cosa que luchas permanentes por la dignidad. Habrá pues que seguir luchando. Se lo debemos a Luna. Esa niña que hoy ríe en la Toscana mientras que sus dos madres la miran enamoradas. En esa risa, y en esa mirada, vive el argumento más contundente frente a quienes continúan sin entender que la naturaleza es diversa y los deseos plurales.

PUBLICADO EN THE HUFFINGTON POST, 17 DE MAYO DE 2015:
http://www.huffingtonpost.es/octavio-salazar/17-de-mayo-dia-internacional_b_7281558.html

Comentarios

Entradas populares de este blog

YO, LA PEOR DEL MUNDO

"Aquí arriba se ha de anotar el día de mi muerte, mes y año. Suplico, por amor de Dios y de su Purísima Madre, a mis amadas hermanas las religiosas que son y en lo adelante fuesen, me encomienden a Dios, que he sido y soy la peor que ha habido. A todas pido perdón por amor de Dios y de su Madre. Yo, la peor del mundo: Juana Inés de la Cruz". Mi interés por Juana Inés de la Cruz se despertó el 28 de agosto de 2004 cuando en el Museo Nacional de Colombia, en la ciudad de Bogotá, me deslumbró una exposición titulada "Monjas coronadas" en la que se narraba la vida  y costumbres de los conventos durante la época colonial. He seguido su rastro durante años hasta que al fin durante varias semanas he descubierto las miles de piezas de su puzzle en Las trampas de la fe de Octavio Paz. Una afirmación de éste, casi al final del libro, resume a la perfección el principal dilema que sufrió la escritora y pensadora del XVII: " Sor Juana había convertido la inferioridad

EL ÁNGEL DE AURORA Y ELENA

  El dolor siempre pasa por el cuerpo. Y la tristeza. También el goce, los placeres, la humillación. Somos cuerpo atravesado por las emociones. Los huesos y la piel expresan los quiebros que nos da la vida. Esta acaba siendo una sucesión de heridas, imperceptibles a veces, que nos dan nombre. Algunas supuran por los siglos de los siglos. Otras, por el contrario, cicatrizan y nos dejan tatuados. Las heridas del amor, de los placeres, de los esfuerzos y de las pérdidas. Estas últimas son las que más nos restan. Como si un bisturí puñetero nos arrancara centímetros de piel.   Sin anestesia. Con la desnudez propia del recién nacido. Con la ligereza apenas perceptible del que se va. No puedo imaginar una herida más grande que la provocada por la muerte de un hijo apenas recién iniciado su vuelo. Por más que el tiempo, y las terapias, y   las drogas, y los soles de verano, hagan su tarea de recomposición. Después de una tragedia tan inmensa, mucho más cuando ha sido el fruto de los caprich

CARTA A MI HIJO EN SU 15 CUMPLEAÑOS

  De aquel día frío de noviembre recuerdo sobre todo las hojas amarillentas del gran árbol que daba justo a la ventana en la que por primera vez vi el sol  reflejándose en tus ojos muy abiertos.   Siempre que paseo por allí miro hacia arriba y siento que justo en ese lugar, con esos colores de otoño, empezamos a escribir el guión que tú y yo seguimos empeñados en ver convertido en una gran película. Nunca nadie me advirtió de la dificultad de la aventura, ni por supuesto nadie me regaló un manual de instrucciones. Tuve que ir equivocándome una y otra vez, desde el primer biberón a la pequeña regañina por los deberes mal hechos, desde mi torpeza al peinar tu flequillo a mis dudas cuando no me reconozco como padre autoritario. Desde aquel 27 de noviembre, que siento tan cerca como el olor que desde aquel día impregnó toda nuestra casa, no he dejado de aprender, de escribir borradores y de romperlos luego en mil pedazos, de empezar de cero cada vez que la vida nos ponía frente a un n