Ir al contenido principal

CONTRA UNA UNIVERSIDAD IDIOTA

Las fronteras indecisas
Diario Córdoba, 29-9-2014


En su último y recomendable libro, Podemos hacer más. Otra forma de pensar el Derecho , Manuel Atienza clasifica a los individuos en cuatro grupos: los avispados--desaprensivos, los idiotas, los parias y los cívicos. Los primeros son aquellos que se sitúan en una posición de ventaja en el sistema y actúan sin muchos frenos morales. Los idiotas pueden ser privilegiados o desaventajados, pero en todo caso coinciden en su escaso interés por la cosa pública. Los parias son los más desaventajados, y no por su propia culpa, sino por la acción combinada de avispados e idiotas. Finalmente, los cívicos tratan de que no haya ni privilegiados ni desaventajados. Para ello, "procuran poner límites a los avispados, despabilar a los idiotas y redimir a los parias".
Partiendo de esa clasificación, debiera ser evidente que una de las funciones de la Universidad sería generar más y mejores ciudadanos cívicos. Este objetivo, sin embargo, parece diluirse en un modelo universitario en el que prima una concepción mercantilista de la enseñanza y en el que la responsabilidad social de los docentes se devalúa ante una maquinaria que nos convierte en autómatas. Las sucesivas reformas, las terribles consecuencias de ese engendro llamado Bolonia, los recortes presupuestarios y la proliferación de una casta de dirigentes con una evidente cortedad de miras, está influyendo en la reducción de nuestro papel al de meros transmisores de saberes técnicos y habilidades que se miden más por la cantidad que por la calidad, al tiempo que nuestro tiempo se consume en un océano de exigencias burocráticas que no solo nos aíslan de lo que debieran ser nuestras ocupaciones principales sino que también hieren de muerte el entusiasmo del más optimista.
Pese a todas esas limitaciones, empiezo el curso con las ganas propias de quien es consciente de su responsabilidad como docente de una universidad pública, y con la ilusión que me proporciona saber que tengo la posibilidad de despertar las mentes de quienes nos llegan adormecidos. Soy consciente de que eso implica navegar contracorriente, con el consiguiente coste a nivel profesional, y con la necesidad por tanto de buscar energías que provienen más de fuera de la Universidad que de dentro de ella. Sin embargo, cada día que pasa estoy más convencido de que mi papel no debe ser el mero transmisor de contenidos teóricos o el de estricto cumplidor de unas guías docentes que encorsetan mi libertad de cátedra. Al contrario, creo que debo provocar al alumnado, rebasar las fronteras, incomodarlo incluso, porque solo así es posible que despierte, que se genere un saber crítico basado en el pluralismo y en el disenso. Un saber, que en el caso del Derecho, nos obliga a admitir como una suerte que dos y dos no siempre sumen cuatro. Además debo entrenar sus mentes para que nunca se conviertan en simples piezas de un juego que otros muevan por ellos, además de transmitirles el hondo sentido de la ética sin la que no es posible la convivencia democrática e, irremediablemente, ahora con más insistencia si cabe, la idea que los derechos son procesos de lucha y que por lo tanto nunca debemos bajar la guardia en la pelea por su efectivo e igual reconocimiento.
A estas alturas solo espero del sistema que, como mínimo, no me asfixie con sus exigencias, al tiempo que no pierdo la esperanza en que quienes llevan el timón estén más cerca de los cívicos que de los avispados de los que habla Atienza. Igualmente desearía que entre mis colegas ese ánimo transformador e incluso desestabilizador del orden establecido fuera la regla y no la excepción, porque solo desde el diálogo cooperativo son posibles las revoluciones. Y eso es lo que realmente necesita nuestra sociedad, y en ella también nuestra Universidad, una auténtica revolución sin la que la felicidad que anuncia los programas electorales no será más que el pasaporte para que se mantengan en sus posiciones los que sacan provecho de la dictadura de la mediocridad.

Comentarios

Entradas populares de este blog

YO, LA PEOR DEL MUNDO

"Aquí arriba se ha de anotar el día de mi muerte, mes y año. Suplico, por amor de Dios y de su Purísima Madre, a mis amadas hermanas las religiosas que son y en lo adelante fuesen, me encomienden a Dios, que he sido y soy la peor que ha habido. A todas pido perdón por amor de Dios y de su Madre. Yo, la peor del mundo: Juana Inés de la Cruz". Mi interés por Juana Inés de la Cruz se despertó el 28 de agosto de 2004 cuando en el Museo Nacional de Colombia, en la ciudad de Bogotá, me deslumbró una exposición titulada "Monjas coronadas" en la que se narraba la vida  y costumbres de los conventos durante la época colonial. He seguido su rastro durante años hasta que al fin durante varias semanas he descubierto las miles de piezas de su puzzle en Las trampas de la fe de Octavio Paz. Una afirmación de éste, casi al final del libro, resume a la perfección el principal dilema que sufrió la escritora y pensadora del XVII: " Sor Juana había convertido la inferioridad ...

CARTA A MI HIJO EN SU 15 CUMPLEAÑOS

  De aquel día frío de noviembre recuerdo sobre todo las hojas amarillentas del gran árbol que daba justo a la ventana en la que por primera vez vi el sol  reflejándose en tus ojos muy abiertos.   Siempre que paseo por allí miro hacia arriba y siento que justo en ese lugar, con esos colores de otoño, empezamos a escribir el guión que tú y yo seguimos empeñados en ver convertido en una gran película. Nunca nadie me advirtió de la dificultad de la aventura, ni por supuesto nadie me regaló un manual de instrucciones. Tuve que ir equivocándome una y otra vez, desde el primer biberón a la pequeña regañina por los deberes mal hechos, desde mi torpeza al peinar tu flequillo a mis dudas cuando no me reconozco como padre autoritario. Desde aquel 27 de noviembre, que siento tan cerca como el olor que desde aquel día impregnó toda nuestra casa, no he dejado de aprender, de escribir borradores y de romperlos luego en mil pedazos, de empezar de cero cada vez que la vida nos ponía...

CARTA DE MARÍA MAGDALENA, de José Saramago

De mí ha de decirse que tras la muerte de Jesús me arrepentí de lo que llamaban mis infames pecados de prostituta y me convertí en penitente hasta el final de la vida, y eso no es verdad. Me subieron desnuda a los altares, cubierta únicamente por el pelo que me llegaba hasta las rodillas, con los senos marchitos y la boca desdentada, y si es cierto que los años acabaron resecando la lisa tersura de mi piel, eso sucedió porque en este mundo nada prevalece contra el tiempo, no porque yo hubiera despreciado y ofendido el cuerpo que Jesús deseó y poseyó. Quien diga de mí esas falsedades no sabe nada de amor.  Dejé de ser prostituta el día que Jesús entró en mi casa trayendo una herida en el pie para que se la curase, pero de esas obras humanas que llaman pecados de lujuria no tendría que arrepentirme si como prostituta mi amado me conoció y, habiendo probado mi cuerpo y sabido de qué vivía, no me dio la espalda. Cuando, porque Jesús me besaba delante de todos los discípulos una ...