Columna Radio Córdoba, 26-11-2012

Estamos asistiendo al progresivo derrumbe de los principios
esenciales de un Estado de Derecho – el control del poder y las garantías de
los derechos -, los cuales se convierten en gaseosos ante la solidez de los
intereses económicos de unos pocos. La terrible consecuencia de esta perversión
es el imparable aumento de las desigualdades así como de la vulnerabilidad de
los más débiles.
De esta forma, no sólo se está traicionando el espíritu y la
letra del constitucionalismo sino que también se alimenta la indecencia de unas
sociedades condenadas a borrar de su vocabulario conceptos como solidaridad,
igualdad material o justicia social. Un
pozo cada vez más hondo del que sólo saldremos si los ciudadanos dejamos atrás
el cinismo y el miedo y nos convertimos en sujetos activos de una revolución
que comience pasando por la guillotina la aristocracia del dinero.
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