Con cariño cómplice para el COMANDO AZUL
Siempre he pensado que las ciudades tienen una especie de alma colectiva que no necesariamente es el resultado de la suma de las almas de los individuos que las componen.
Se trata de una especie de energía que las recorre y que, desde el suelo, sube por las piernas de la gente y llega hasta ese punto indomable en el que la razón y el corazón pugnan por hacerse con los mandos.
Ese alma parece tener vida propia y responde, en muchos casos, a los estímulos que o bien logran mantenerla despierta o, por el contrario, la adormecen como si estuviera anestesiada.
Los cordobeses llevamos décadas fustigándonos y poniéndonos vendas en nuestros ojos. Ello ha dado lugar a un terreno abonado para los y las que han querido salvarnos o, en el mejor de los casos, interpretar equivocadamente lo que la ciudad necesitaba.
El proyecto de Capitalidad Europea de la Cultura ha servido, entre otras cosas, para hacernos soñar en estos malos tiempos para lírica y, sobre todo, nos ha permitido a muchos reconocer el potencial que encerramos y que ahora parece haberse activado con la fuerza del atleta que conoce todos y cada uno de sus músculos.
El emocionante día de ayer sirvió no sólo para demostrarnos a nosotros mismos que somos capaces de superar muchas de las etiquetas y de los prejuicios que nos paralizan, sino también para confirmar y celebrar la entrega generosa, la fraternidad cívica y el enorme potencial creativo y transformador que en demasiadas ocasiones ha estado encerrado como la Alicia del Patio de las Campanas.
Después de tantas semanas de trabajo intenso, de nervios y de ilusión que no me atrevía a escribir con todas las letras, ayer me emocioné al comprobar como la ciudad eran ríos de gente, mentes lúcidas y festivas, latidos que sumaban sensibilidad e inteligencia.
Ayer, después de mucho tiempo, me sentí orgulloso de formar parte de esta aventura y, sobre todo, de ser vecino de esta ciudad. Y, de manera especial, me sentí tremendamente feliz de haber formado parte de un equipo que ha trabajado desde el compromiso, la generosidad y la complicidad con nuestro futuro.
Por todos ellos, por tantos latidos que hemos conseguido que sean sólo uno, Córdoba merece ser capital europea de la cultura. Para que así en 2017, y como ayer dijo mi querida Elena Medel, podamos disfrutar de unas maravillosas vistas desde la cumbre, bajo un cielo azul, azul, azul.....
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