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FATHER, MOTHER, SISTER, BROTHER: perfectos desconocidos.

 “Los padres abandonan a los hijos. Los hijos abandonan a los padres. Los padres protegen o desprotegen pero siempre desprotegen. Los hijos se quedan o se van pero siempre se van”.

Alejandro Zambra

 

 


He terminado mi año cinematográfico solo en la sala de un multicines, a las cuatro y media de la tarde, refugiado del frío y del ruido, como si hubiera llegado a ella escapando de las luces y los villancicos que sonaban afuera, en un centro comercial que bien podría ser un “no lugar”. Dos soledades distintas. Refugiado en ese hogar, la última película de Jim Jarmusch, aparentemente sencilla, equívocamente amable, me ha traspasado, como lo hacen las buenas historias, es decir, llevándome por emociones dispares y por territorios que bien podrían ser un espejo. En la antítesis de las películas navideñas que se repiten estos días en las televisiones, Father, mother, sister, brother nos habla de la extrañeza que habita en las familias a través de tres episodios que nos muestran las relaciones de unos hijos ya adultos con sus padres. Con unos diálogos precisos e inteligentes, y con muchos silencios, además de con la ayuda de los colores y de la música, Jarmusch nos permite reconocer a cada una de sus criaturas, de tal manera que es posible imaginar el pasado compartido y las condiciones de su presente de todas ellas. Las tres historias, que podrían ser cada una de ellas una película independiente y que sin embargo tienen una conexión íntima y poética, nos cuentan una realidad sobre la que no solemos pararnos a pensar: lo desconocidos que suelen ser nuestros progenitores, los singulares equilibrios que en las familias se mantienen entre los afectos obligados y las distancias irremediables, el inevitable peso que también suponen con frecuencia los vínculos no elegidos. Y claro, también, la tensión que a veces implican los lazos familiares cuando los hijos y las hijas se van e inician un recorrido frente al que los padres no nos queda más salida que dejarlos ir. 

 

Con unos actores y unas actrices que no necesitan hablar para comunicarnos lo que sienten, y entre los que sobresale una bellísima y poderosa Charlotte Rampling en su rol de madre distante y exitosa, estéticamente una esfinge,  de dos hijas a las que descubrimos con malestares diversos sin nombre, Jarmusch nos hace viajar a esas casas que un día tal vez fueron hogares. En ellas, los recuerdos, las mentiras, los secretos y también los afectos han tejido una enredadera que con frecuencia atasca las tuberías o impide que los rostros se miren frente a frente, como les pasa a las dos hijas (espléndidas Cate Blanchett y Vicky Kriep) frente a la madre que una vez al año las invita a tomar té. De manera juguetona, el director usa simetrías en los distintos episodios – un reloj, la coincidencia en los colores, los vasos de agua – que nos permiten identificar un mismo camino por el que transitan los personajes y, claro, también nosotros. El camino de la extrañeza, de la puñetera memoria, de las heridas sin cicatrizar y de la necesidad de soltar lastre. 

 

En esta película transnacional – cada episodio se desarrolla en un lugar: las afueras de New Jersey, Dublín, París -, Jarmusch nos invita a colocarnos desde una cierta distancia para contemplar las relaciones que nos atan y desatan. Esa distancia, un tanto irónica, con la que él desde arriba retrata las tazas de té y las mesas alrededor de las cuales acaban sentándose perfectos desconocidos. Y, sin embargo, lo más emocionante de esta película deliciosamente rara es que, tal y como nos cuenta la hermosísima historia final, siempre queda un hilo de emociones compartidas que nos sostienen. Como esos trocitos últimos de leña que se resisten a ser apagados cuando la chimenea amanece. En el episodio en que dos hermanos gemelos hacen una última visita al piso en el que vivieron sus padres fallecidos en un accidente, habita toda la luminosa y compleja realidad de los afectos familiares. De la necesidad de esa roca, a veces porosa, a veces hiriente, desde la que nos lanzamos al agua. Pocas veces se ha retratado en el cine con tanta belleza no solo el duelo sino también el amor entre un hermano y una hermana, solos ya frente al mundo, y mirando las fotos de aquellos que apenas sí llegaron a conocer cuando el tiempo parecía más ancho. Y es así como, supongo que sin pretenderlo, Jarmusch nos regala el mensaje más navideño que nadie podría esperar en una película así. Un apartamento vacío, un trastero lleno, un joven y una joven bellísimos por las calles de París. Tal vez eso sea el amor.


PUBLICADO EN EL BLOG QUIÉN TEME A THELMA Y LOUISE, Cordópolis:

https://cordopolis.eldiario.es/blogopolis/blogopolis-quien-teme-a-thelma-y-louise/father-mother-sister-brother-perfectos-desconocidos_132_12873535.html

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