En estos días de excesos vaticanos – tan queer y cinematográficos -, y de incomprensibles duelos confesionales de una España en la que todavía no hemos hecho una completa transición en materia religiosa, leo el último libro de Juan José Tamayo. El teólogo, aprendiz constante al amparo de la liberación y del feminismo, fiel escudero del “principio esperanza” de Bloch, marxista no dogmático y laicista militante, vuelve a ofrecernos una propuesta revolucionaria – o sea, transformadora – que se nutre de las raíces de un cristianismo que los siglos y las estructuras de poder han ido desfigurando para desgracia de los y las más vulnerables. Leyendo a Tamayo pensaba que si el candidato a jefe del Estado Vaticano tuviera que presentar una especie de proyecto de acción antes de recibir la confianza de sus electores, no estaría mal que hiciera suyas las propuestas que se contienen en el libro Cristianismo radical, y en el que mi teólogo de cabecera va mucho más allá del bienintencionado y limitadito Francisco, al que Santa María la Mayor proteja de iras de la derecha más recalcitrante. En las páginas editadas por Trotta encontramos un completísimo programa para devolver a la Iglesia al lugar que nunca debió abandonar, es decir, a asumir su realidad mundana de espacio de acogida, de reconocimiento de la alteridad, de contrapeso de los explotadores y de amparo, material y espiritual, de quienes por estar en los márgenes están más cerca, o al menos eso es lo que me enseñó el catecismo que me obligaron a estudiar en el colegio, del reino de los cielos.
Como bien dice Tamayo, el cristianismo debe ubicarse en cada momento histórico y, desde ahí, ha de ofrecer respuestas emancipadoras que, como sería lógica consecuencia, en ningún caso habrían de ser cómplices de los poderes que generan exclusiones e injusticias. En un mundo en el que asistimos a una peligrosa regresión en materia de derechos humanos, en el que avanzan los discursos machistas y reactivos, y en el que parece no haber espacio para que la “razón cordial” genere espacios de convivencia pacífica, es más necesario que nunca potenciar la dimensión ética de las religiones y tender puentes entre todas las cosmovisiones que no tienen reparos en entender la igualdad como reconocimiento de las diferencias. En esta línea, las propuestas que realiza el teólogo recién convertido en abuelo van más allá del cristianismo y, desde su mirada ecuménica y laica, pueden leerse como claves de un nuevo proyecto civilizatorio. Es decir, no solo el cristianismo habría de volverse polícromo – sumando el rojo del compromiso con la justicia, el verde de la ecología, el violeta del feminismo y el arcoíris de la bandera LGBTIQ+ -, sino que cualquier propuesta que se diga comprometida con la dignidad y los derechos humanos habría de asumir una perspectiva contrahegemónica y, por tanto, utópica. Y no cabe duda de que, como bien plantea el libro, el ecofeminismo habría de uno de los ejes revulsivos centrales, de la misma manera que una ética del cuidado elevada a categoría principal de las res publica, habría de ser el nervio de cualquier acción política con objetivos igualitarios, o sea, democráticos.
Desde mi azotea sin dios, preveo que me toca seguir soñando con un Papa que asuma el rol de “aguafiestas”, a lo Sarah Ahmed, y con una Iglesia que al fin abandone el orgasmo de la verticalidad y, desprendida de la erección y de los púlpitos, abrace al fin una horizontalidad inclinada e inclusiva. Me gustaría tener superpoderes para poder escribir parte del guion que en estos días se rodará, sin luz ni taquígrafos, en la Capilla Sixtina. En esa superproducción, en la que no dudaría en contar con Jude Law para el rol de “New Pope”, rogaría a las monjas cuidadoras y sin voz que dejaran en la mesilla de noche de cada uno de los cardenales electores un ejemplar del Cristianismo radical de Tamayo. Con la esperanza de que en vez de poner como testigo al Dios cruel del Antiguo Testamento, juraran su compromiso con el cristianismo liberador y transgresor que el abuelo de Sira lleva décadas soñando en su mente/corazón de teólogo de las afueras. En fin, la bendita utopía de un ejército de indignados, y ojalá también de indignadas, empeñados en abrir la puerta a la esperanza.
publicado en Diario Público, 29 de abril de 2025
https://www.publico.es/opinion/columnas/utopia-papa-radicalmente-cristiano.html
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