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CULPABLE DE HABER SIDO VIOLADA

Cuando desde el feminismo se habla de "la cultura de la violación" se pretende englobar todo un sistema en el que las piezas suman para normalizar, y hasta legitimar, el uso y abuso del cuerpo de las mujeres, al tiempo que se sitúa a éstas en un estado devaluado de protección. Hablamos por tanto de una cuestión de ciudadanía, de derechos humanos, de protección básica de la dignidad de las sujetas mujeres. Este sistema de explotación, y de correlativa servidumbre, es global y atraviesa todos los espacios y todas las culturas, y sin duda encuentra aliados perfectos en aquellos contextos en los que fundamentalismos de todo tipo  - políticos, económicos, religiosos - alimentan las fauces del patriarca. Todo esto que puede parecer una construcción teórica, en ocasiones difícil de entender por quienes se niegan a reconocer las asimetrías que siguen existiendo entre hombres y mujeres, se llena de sentido cuando lo concretamos en historias concretas, en mujeres con nombre y apellidos. Como la Mariam que protagoniza "La belle et la meute" (La bella y la manada), una impresionante película tunecina que nos muestra, a través de nueve episodios que sirven como escalón de los horrores, la terrible peripecia que sufre una chica de 21 años cuando, tras ser violada, busca el amparo de la ley.

Dirigida y escrita por la tunecina Kaouther Ben Hania, y basada en un libro titulado de manera muy rotunda "Culpable de haber sido violada", la película nos muestra la doble - y triple, y cuádruple, y múltiple - victimización que sufre una mujer agredida sexualmente. Porque además de la física y moral que supone, en este caso, ser agredida sexualmente por un grupo de hombres, hay que añadirle la violencia institucional de todo un aparato legal y administrativo dominado por hombres y por una cultura machista. Desde los servicios sanitarios a los que Mariam acude para ser reconocida tras la violación a las fuerzas y cuerpos de seguridad que no solo vulneran sus derechos sino que también la humillan. Y lo hacen hasta el punto de querer considerarla responsable de haber provocado la actuación de unos hombres frente a los que ellas siguen estando en posición secundaria, es decir, a su disposición. 

Narrada sin ningún tipo de edulcoramiento, la película nos muestra cómo la escalara de violencia que sufre la joven protagonista, a partir de una agresión que nunca vemos de manera directa, va suponiendo para ella el paso por un infierno en el que no solo se encuentra sola sino que la va denigrando de manera progresiva. Hasta el punto de negarle su humanidad, su voz y su autonomía. Hasta el punto de tratar de convencerla que ella ha provocado la violencia, que ha sido ella la que se ha saltado las reglas, que ha sido ella la que actuando como una puta ha provocado a los hombres en celo.

Es evidente que una película como ésta no habría podido hacerse en Túnez antes de 2011. Supone por tanto una pequeña porción de esperanza en un país en el que, todo un clásico, la primavera fue para las mujeres más otoño que otra cosa. Pero lo terrible de la historia de Mariam, es que es solo una más de las cientos, miles, de historias similares que cada día podrían rodarse en el mundo. En cualquier parte del planeta. Incluidos los países en los que se supone que disfrutamos de unas democracias consolidadas. Todavía hoy, en pleno siglo XXI, y hasta en la Europa de los derechos, el drama no es solo que sigan violando y agrediendo a las mujeres, sino que el Estado de derecho sigue fallando con demasiada frecuencia en su protección y en la garantía de sus derechos. No basta, por tanto, con animar a las mujeres para que denuncien, que también, sino que todavía tenemos pendiente generar unas estructuras lo suficientemente sólidas para que, ante ejercicios de violencia tan brutales, ellas se sientan acompañadas, entendidas y protegidas. Para que ninguna mujer tenga que pasar por el calvario que lo hace Mariam, en un mundo de machitos que la chulean, que no dan valor a su palabra y que se mantienen fieles a los pactos de silencio que genera el poder.

La bella y la manada es una de esas películas que en estos tiempos de VOX y discursos reaccionarios sería obligatorio ver. Para que las mujeres aprendan no tanto del papel de víctima de Mariam sino de su dimensión de superviviente y, sobre todo, para que los hombres nos demos cuenta de una vez por todas que el patriarcado es una estructura que nos mantiene poderosos a costa de la humillación de las mujeres.

La belle et la meute, Filmoteca de Andalucía, Córdoba, viernes 26 de julio de 2019.


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