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50 PRIMAVERAS: CUANDO "YA NO ERES UNA MUJER".

Como  Aurore le comenta a su hija adolescente en una de las escenas de la película, cuando a una chica le llega la regla se le dice "ya eres una mujer". ¿Y qué ocurre cuándo la regla se va? En este diálogo se resume a la perfección lo que 50 primaveras nos plantea con un tono de comedia simpática y desenfada: la invisibilidad de las mujeres cuando rebasan una cierta edad, las mayores dificultades que la sociedad les plantea para poder rehacer sus vidas o inventarse proyectos nuevos, la evidente discriminación que por razón de los años se suma a la de género y a la de otras muchas circunstancias que hacen que ellas lo sigan teniendo más complicado que nosotros  (en una escena incluso se explica de manera muy didáctica qué es eso de la discriminación interseccional). Entre otras cosas, porque para nosotros los años no acaban siendo un lastre similar sino que incluso se convierten en una garantía de prestigio, atractivo y poder. De ahí que, como también se pone en solfa en la cinta, estén tan normalizadas las parejas de hombres maduros y mujeres mucho más jovencitas. 

En una sociedad en la que la juventud es un valor por sí solo, y en el que además las mujeres continúan estando condicionadas por su aspecto físico y por su rol de seductoras/cuidadoras, pasar los 50, como le pasa a la protagonista, divorciada, sin empleo y a punto de convertirse en abuela, supone un momento crítico en el que de nuevo se evidencia que ellas se ven obligadas a superar más obstáculos que nosotros. Empezando por el del reconocimiento o la mera visibilidad. Ahí está la divertida escena en que Aurore ni siquiera es reconocida por las puertas de apertura automática. A todo ello habría que sumar el sentimiento de culpa siempre presente, las responsabilidades que para toda la vida implica ser madre o las dificultades de encontrar un compañero con el que sea posible establecer una relación de iguales y no ser esclava, una vez más, del amor romántico.


La película de Blandine Lenoir no hace un drama de todas estas circunstancias sino que apuesta por la alegría de vivir, apoyándose en el rostro radiante y la desbordante energía de la protagonista: una estupenda Agnes Jaoui sin la que esta historia carecería de sentido.  Y nos muestras, además, cómo la sororidad femenina puede ser la clave para seguir confiando en la vida (deliciosa esa casa de mujeres mayores en las que juntas se organizan para vivir felices el final de sus días).

Una vida en la que siempre merece la pena bailar al son del clásico de Nina Simone, y tan frescas que diría Anna Freixas:  

I ain't got no home, ain't got no shoes
Ain't got no money, ain't got no class
Ain't got no skirts, ain't got no sweater
Ain't got no perfume, ain't got no bed
Ain't got no man
Ain't got no mother, ain't got no culture
Ain't got no friends, ain't got no schoolin'
Ain't got no love, ain't got no name
Ain't got no ticket, ain't got no token
Ain't got no god
Hey, what have I got?
Why am I alive , anyway?
Yeah, what have I got
Nobody can take away?
Got my hair, got my head
Got my brains, got my ears
Got my eyes, got my nose
Got my mouth, I got my smile
I got my tongue, got my chin
Got my neck, got my boobies
Got

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