Los pies de una niña de siete años caminando por un suelo que rápidamente identificamos con una época de nuestras vidas. Los pies y las manos. Los ojos. La respiración de unos menores que viven un verano en el que la infancia, donde siempre hay de manera real o soñada una playa, les muestra el pliegue más doloroso de la vida. A la altura de los ojos de dos hermanos, Rita y Lolo, pero sobre todo de Rita, nos adentramos entre las costuras de un matrimonio, de un hogar, de un mal querer. En un verano sevillano de ventiladores y primeros aires acondicionados, de piscinas de barrio y azoteas con sábanas blancas tendidas al sol, recorremos con ellos, como si estuviéramos pegados a sus pechos que se aceleran y se encogen, los senderos de una cotidianeidad que todavía entonces, en los años 80 del pasado siglo, era un espacio privado. Donde regía la autoridad del pater familias y el silencio de las amas de casa que tenían como profesión “sus labores”. Unos años en los que todavía el matrimonio
Cuaderno de bitácora de Octavio Salazar Benítez