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CARTA REPUBLICANA A LOS REYES

Las fronteras indecisas


Diario CÓRDOBA, 6-12-2014

Mis queridos Reyes Magos, como bien saben son ustedes las únicas majestades en las que cree mi alma
republicana y, por tanto, las únicas a las que cada año escribo confiando en que la magia supla lo que la realidad insiste en negarme. Cada seis de enero recupero la ilusión del niño que nunca dejé de ser y busco entre los paquetes argumentos para la alegría. Este año mi carta es tal vez más reivindicativa que nunca y no tengo muy claro, permítanme que dude, que esté en sus manos la posibilidad de traerme el regalo que en este 2014 tanto deseo.

Después de un 2013 en el que he andado reseteando mi disco duro, y en el que tantos nubarrones han hecho cada día la vida más complicada en este país de pandereta y lazarillos, empiezo el año en un estado superior a la indignación y absolutamente herido. Me sangra la piel de ciudadano demócrata mientras asisto a las cada vez mayores negaciones de nuestras libertades, mientras le resto credibilidad a los que dicen representarme, mientras compruebo como crecen las distancias entre los que tienen más y los que tienen menos. Desolado cuando certifico que la igualdad se va rompiendo en mil jirones y el sueño del Estado de Derecho se desvanece. Más que triste cuando percibo además que la gran mayoría de los que me rodean siguen anestesiados, consumidores más que ciudadanos, cómplices en muchos casos por omisión de la gran estafa que está suponiendo la suma de capitalismo salvaje y el sucedáneo de democracia que nos gobierna.
Ante este panorama tan desolador, en el que la suma de jerarcas patriarcales que juegan con nuestras vidas no dejan de acumular poder y de dogmatizar los principios en nombre de su egoísta beneficio, no puedo sino escribir una carta en la que mi sueño es que se haga al fin carne la urgente rebelión cívica que necesitamos. Porque ha llegado el momento, sin más dilación, en el que la ciudadanía hagamos nuestra la soberanía perdida, la capacidad de control que durante años dejamos de ejercer sobre nuestros representantes, la militancia incluso feroz en la igualdad diferenciada. Porque ya está bien de huir de las responsabilidades que nos corresponden y de hacer recaer todas las culpas en quienes, aun teniendo efectivamente un grado mayor de responsabilidad en el desastre que vivimos, no son los exclusivos hacedores de la progresiva degeneración que nos pisotea. No cabe duda de que la moral heredada del catolicismo más añejo sigue haciendo estragos en nuestro entendimiento de las culpas y los compromisos.
Por todo ello mis queridos Reyes - o Reinas, porque siempre he pensado que bajos esos ropajes cabía la posibilidad de infinitas sexualidades, es decir, siempre he soñado con que fueran ustedes unos monarcas queer - , lo único que les pido en este enero en el que me siento un ave renacida es una inyección de pulso ciudadano. El aliento que nos haga recobrar el movimiento perdido y nos haga retomar las calles, las voces y hasta la guillotina si hiciera falta. Porque este país está pidiendo a gritos un punto y aparte, el cierre de capítulos que ya apestan y la apertura de un nuevo proceso constituyente. A una redefinición del contrato que nos permita abandonar la posición de súbditos y que haga verdaderamente compatibles libertad, igualdad y pluralismo.
Espero que mi petición no quede en el fondo de sus sacos y sea posible al fin que en esta España camisa blanca de mi esperanza protagonicemos la revolución republicana, laica y feminista que algunos ansiamos. Aunque soy consciente de que ustedes solo podrán regalarnos el aliento. La acción depende de la suma de razón y emoción desde la que todos y cada uno de nosotros deberíamos empezar a despertar y así recobrar el poder que nunca deberían habernos usurpado.

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