La última película de Sofía Coppola es decepcionante y aburrida. La que podía haber sido una potente historia, la de un actor prisionero de su éxito (Stephen Dorff) y vacío por dentro, se convierte en una película pretendidamente intelectual y reflexiva pero que acaba estando tan hueca como su protagonista.
Es posible descubrir en ella algunos restos de la brillantez de la Coppola en películas como "Las vírgenes suicidas" o "Lost in traslation", pero son sólo eso, retazos, fogonazos, apenas nada en un metraje al que le falta vida, emoción, talento (impagable el viaje a Italia del protagonista)
La guionista y directora desperdicia incluso el fantástico material que podría haber sido en otras manos esa relación padre-hija que es la que, finalmente, parece dotar de algo de sentido a la vida de Johnny Marco. Porque en el fondo del personaje, si su creadora hubiera sido capaz de ir más allá de los estrechos márgenes de la industria del cine en que nos lo presenta, lo que podríamos encontrarnos es con la crisis de un hombre maduro que se da cuenta de que todo en lo que él había cifrado su masculinidad - el éxito profesional, el sexo, la ambición - no le sirve para sostenerse con unos mínimos de felicidad. Y es precisamente el descubrimiento de una paternidad "presente", activa, cuidadora, cómplice - la hija se queja de que la madre siempre está ausente - la que puede ofrecerle una oportunidad para recomponerse.
Es posible descubrir en ella algunos restos de la brillantez de la Coppola en películas como "Las vírgenes suicidas" o "Lost in traslation", pero son sólo eso, retazos, fogonazos, apenas nada en un metraje al que le falta vida, emoción, talento (impagable el viaje a Italia del protagonista)
La guionista y directora desperdicia incluso el fantástico material que podría haber sido en otras manos esa relación padre-hija que es la que, finalmente, parece dotar de algo de sentido a la vida de Johnny Marco. Porque en el fondo del personaje, si su creadora hubiera sido capaz de ir más allá de los estrechos márgenes de la industria del cine en que nos lo presenta, lo que podríamos encontrarnos es con la crisis de un hombre maduro que se da cuenta de que todo en lo que él había cifrado su masculinidad - el éxito profesional, el sexo, la ambición - no le sirve para sostenerse con unos mínimos de felicidad. Y es precisamente el descubrimiento de una paternidad "presente", activa, cuidadora, cómplice - la hija se queja de que la madre siempre está ausente - la que puede ofrecerle una oportunidad para recomponerse.
El otro día mi amiga Marta Jiménez me decía sobre esta película que ya estaba harta de historias de tíos "colgados"... Tal vez, querida amiga, la clave esté en que en el momento actual la masculinidad hegemónica y tradicional está en crisis y que, por ello, son varios/as creadores/as los que empiezan a darle vueltas al asunto. Algunos con poca fortuna como la Coppola y otros con más capacidad incisiva (como nuestro Achero Mañas en su última y maltratada película). Piensa en la cantidad de películas que hemos visto, desde hace décadas, sobre mujeres "colgadas"... Y es que somos ahora nosotros los que, siguiendo vuestra estela, empezamos a descubrir que tampoco nosotros nacemos, sino que nos hacemos.
Comentarios
Publicar un comentario