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Mostrando entradas de marzo, 2021

ROCÍO CARRASCO: EL ESPECTÁCULO DEBE CONTINUAR

  LO PERSONAL ES POLÍTICO, NO UN ESPECTÁCULO No, no voy a hablar de Rocío Carrasco. Vi y escuché su testimonio, el primero de una larga serie, y me sobrecogió: es fácil detectar en su rostro y en sus palabras el patrón de un maltrato psicológico continuado. Quien haya vivido una situación similar en carne propia o quien la haya tenido bien cerca pudo reconocer gestos y palabras. De la misma manera que, recientemente, pero en un formato y en un contexto completamente distintos, reconocimos y empatizamos con el dolor de Nevenka Fernández. En ambos casos, la voz de las mujeres como fractura de la ley del silencio que ha servido durante siglos para mantener en el púlpito al patriarca: el verbo como poder, la negación de la palabra como condena. Tampoco voy a hablar de lo evidente. Es decir, de la importancia que se visibilice lo invisible, que se ponga rostro a lo que a veces incluso cuesta trabajo admitir como mera estadística, que determinados mensajes lleguen a la ciudadanía con el obje

NOMADLAND: El camino de quienes están en las afueras.

"Vivir es estar de camino hacia ninguna parte, y solo el viaje le da un sentido a la existencia" LUIS LANDERO, El huerto de Emerson Una de las consecuencias más terribles de un modelo global que no deja de darle alas al mercado a costa de las garantías propias de un Estado de Derecho es el aumento imparable de la desigualdad. Un proceso que se aceleró con la crisis de 2008 y que ahora me temo volverá a coger velocidad con las consecuencias de la pandemia. El sistema basado en la satisfacción inmediata de los deseos individuales, en la especulación que engorda las billeteras de los más fuertes y en la negación de la dimensión reequilibradora de la igualdad no hace sino expulsar a personas a los márgenes, excluirlos de la ciudadanía, situarlos en un terreno de nadie, nómadas no tanto por elección romántica sino por la fuerza de quien carece de raíces sociales que le garanticen una vida digna. Mujeres y hombres a quienes no queda más remedio que, como caracoles, caminar con la c

LA ADOLESCENCIA EN TIEMPOS DE CULTURA PORNIFICADA

  El último informe hecho público por la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género alerta de que, si bien la violencia de género ha disminuido entre los más jóvenes, ha crecido la de tipo sexual. Unos datos que inevitablemente tenemos que conectar con los que en los últimos años evidencian el aumento del consumo de pornografía en Internet y que son solo la punta del iceberg de toda una cultura pornificada que nos penetra a todos y a todas, y muy especialmente a los y a las más jóvenes. Las redes sociales y el mundo audiovisual en el que viven prácticamente las 24 horas del día son el escenario perfecto para que, en contraste con los valores de la sociedad formalmente igual, se reproduzcan roles y estereotipos de género. Es decir, una determinada concepción de lo que significa ser hombre y ser mujer que, lejos de superar los mandatos patriarcales, continúa reproduciendo los sesgos más tradicionales, alentados ahora por discursos y prácticas reaccionarias que añoran los tiem

CARTA A UN HOMBRE DESNORTADO EN LA ERA DEL #METOO

  Apreciado Jimmy Mojigato, Después de verte el pasado viernes sobre las tablas del Teatro Góngora de mi ciudad, recuperando al fin la emoción de vivir esa liturgia laica que supone compartir con extraños e iguales una representación teatral, fueron muchas las cosas que me quedaron con ganas de decirte. Estuve tentando en más de una ocasión de saltar al escenario e interpelarte, desafiando así la inteligente versión y puesta en escena de Magüi Mira , pero opté, de manera más prudente, por escribirte una carta, como se hacía antiguamente. Una carta que dejaré en la taquilla y que espero que no entiendas como el llamamiento a duelo que los caballeros románticos se hacían para mantener su honor. Entiéndela más bien como el testigo que te paso para que te animes a salir del género que te tiene con el rabo entre las piernas.   Quiero decirte, para empezar, que comprendo perfectamente tus inseguridades, tus miedos y tu zozobra. Me reconozco en gran medida en tus titubeos y en esa especie de

LA VIDA EN COMÚN

  No soy de los que piensan que la pandemia nos volverá mejores, tal vez porque el optimismo de mi voluntad en este ya casi un año de paréntesis en nuestras vidas anda bajo mínimos. Por más que haya visto respuestas, individuales y colectivas, dignas de admiración, de esas que, aunque solo sea puntualmente, nos permiten recuperar la fe en los seres humanos, sigo echando en falta un sentido de comunidad en lo que hacemos y en lo que dejamos de hacer. Es decir, tengo la sensación de que seguimos fielmente los dictados del individualismo feroz que tan bien casa con el mercado, esa instancia descontrolada a la que solo le interesa que actuemos como consumidores y que pensemos, lo menos posible, en cuanto sujetos que acaban concibiendo sus deseos como derechos. Este paradigma nos lleva, en el mejor de los casos, a la necesidad de contar con héroes e incluso, para la desgracia de las democracias, con salvadores que nos seduzcan con sus promesas del paraíso.  Y de todos es sabido, o debería s

MUJERES POBRES

  A Esperanza llevo años viéndola en mi lugar de trabajo. Siempre sonriente, entregada, con un rostro que se mueve entre la juventud que se resiste a marcharse y una madurez que empuja sin permiso. En este largo año de paréntesis que nos tiene sin rostro, le perdí la pista. Hace unos días volví a encontrármela en una red social. En un mensaje desesperado, ella me escribía para contarme que lleva desde marzo pasado sin trabajo, que no encuentra nada y que se ofrecía para lo que fuera: para limpiar, para cuidar a mayores o enfermos, para hacer recados. Que por favor, que si me enteraba de alguna oportunidad que se lo dijera. Al hacerle mi promesa una terrible desazón, la que provoca una mezcla de impotencia y rabia, me sacudió y ese dolor, de ninguna manera comparable al que Esperanza arrastra, me ha acompañado en los días previos al 8 de marzo. Así, cuando me he dado una vuelta por espacios tan ruidosos como Twiter, o por alguna de esas tertulias en las que no se conversa, me he dado cu