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Mostrando entradas de mayo, 2022

CINCO LOBITOS o de cómo darle valor al sostén de la vida

  Cuando las mujeres creadoras insisten en que es necesario que se escuchen sus voces, que estén presentes y sean reconocidas con la misma autoridad y prestigio que los "genios" hombres, no solo están reivindicando una cuestión de mera justicia cuantitativa. Es decir, no se trata solo de que la mitad de la humanidad que no ha estado presente en la creación de los imaginarios colectivos tenga la oportunidad de hacerlo, y por lo tanto de mostrarse con el mismo derecho a ser como mínimo tan "malas" como los hombres, sino de que con ellas y a través de ellas se hagan presentes otras miradas. Que lo universal, y falsamente neutral, que siempre se ha identificado con lo masculino, se fracture con la irrupción de esas otras historias a las que nunca le dimos el valor de lo humano. Que se amplíe nuestra perspectiva y empecemos a poner en el centro prácticas, vivencias y actitudes que fueron condenadas a los márgenes. Que de esta manera, también, nos interpelen a los hombres

MUJERES DE CONIL

Hay lugares, pueblos, ciudades, en los que con apenas un par de días de estancia he sentido que allí podría residir alguno de esos fragmentos de mí mismo que, al nacer del cuerpo de mi madre, quedaron perdidos por todo el planeta. Es la historia que me cuento tal vez para encontrarle un sentido último, yo, tan agnóstico, a una vida que no es sino un viaje del que todas y todos sabemos el final. Con este ánimo aventurero, y de aprendiz, se puede entender por qué me cuesta quedarme quieto y cuánto necesito volcarme hacia afuera. Más allá de la pantalla y de los cuadernos en los que no dejo de escribir sobre mis heridas y mis utopías. En esos viajes, que si son redondos me permiten el encuentro con personas con las que resulta fácil seguir tejiendo el tapiz, siento que no dejo de crecer, que mis días se hacen más anchos y que la única eternidad posible es la que nos permite hacer del presente un tiempo en el que confluyan pasiones y compromisos. Desde hace ya muchos años esa energía renov

ALCARRÀS. La mirada ética de Carla Simón

Siempre he creído que el cine, como cualquier arte, tiene siempre un sentido político, ético sin duda. Las buenas películas nos sirven para cuestionarnos a nosotros mismos, al mundo que habitamos y, en general, a todos esos complejos hilos con los que trenzamos día a día la difícil aventura de la vida. Me atrevería a decir, sin ser yo más que un espectador ávido de emociones, que la diferencia entre una buena y mala película reside precisamente en la capacidad para mostrarnos claves que tienen que ver con nuestros armarios, para desestabilizarnos y para agitarnos hasta el punto de salir de la sala con la necesidad de recomponer las piezas del puzle. Porque lo que acabamos de ver nos ha dado una serie de pistas para encontrar esa brújula que nos lleve a una vida buena. De ahí también la necesidad de vivir ese proceso en la oscuridad de un espacio inmenso, en muchas ocasiones acompañado de anónimos con quienes compartimos fragilidad,  en el que resulta mucho más fácil sentirnos apenas un

LA MEMORIA DE LOS PATIOS

La memoria que me lleva a mis abuelas tiene mucho de patios y de terrazas. De macetas que por esta época del año desafiaban todos los colores     y se apropiaban del horizonte. El patio siempre fue para esas mujeres que vivieron hacia dentro, sin ningún papel en lo público, un trozo de cielo en el que ellas desafiaban a los miedos y los fantasmas. Sus manos, siempre las manos femeninas en acción, laboriosas y creativas, llevaban escrito sin saberlo lo que podríamos llamar ética del cuidado. Ellas, condenadas a ser idénticas, mientras que sus maridos y padres exhibían individualidad ante los otros, fueron tramando valores y prácticas que, sin necesidad de teorías, me llevaron a sentir que de mayor preferiría parecerme a ellas más que a mis abuelos. En los patios, que durante el mes de mayo en Córdoba se convierten en una especie de parque temático para goce y derroche de quienes viven del turismo masivo, y de quienes disfrutan yendo donde va Vicente, danzaba entonces la vida a un ritmo