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Mostrando entradas de febrero, 2024

PEDERASTIA: El poder fálico-sagrado sobre los cuerpos

  En estos años de  debates en torno a la mejor manera de acabar con las violencias machistas   parece estar cobrando cada vez más fuerza la lógica que traslada al Derecho Penal la responsabilidad de zanjarlas. Una opción que parece olvidar que   dichas violencias son el resultado de una estructura de poder y de un orden cultural , y que por lo tanto difícilmente serán combatidas con éxito si les aplicamos casi de manera exclusiva una respuesta, la penal, que se basa, al menos en democracia, en las responsabilidades individuales. No estoy diciendo que nuestro Estado de Derecho no deba prever las debidas consecuencias para quienes violenten nuestro pacto de convivencia, y muy singularmente para quienes al hacerlo lesionen  la integridad física y moral de otros y otras , pero continuaremos equivocándonos si pensamos que castigando al machismo vamos a acabar con él. Hasta que no incorporemos, también a lo jurídico, que la desigualdad de mujeres y hombres es una desigualdad de estatus, y p

DESCONOCIDOS: El poder de la mirada

  Quienes fuimos niños  queer -esa palabra con la que ahora pareciera que huimos de otras que nos remiten a insultos y humillaciones -, y muy especialmente quienes los fuimos en la década de los 80, hemos sentido en algún momento la necesidad de reescribir nuestra historia familiar o, como mínimo, de revisitar ese tiempo en el que nos sentimos tan perdidos y en el que nos habría gustado encontrar refugio en los más próximos. Crecimos arrastrando miedos e inseguridades, con una angustia similar a la que se siente al despertar de una pesadilla. Muchos aún tenemos una profunda herida que nos hace singularmente vulnerables. Estoy seguro, por tanto, que muchos os habréis reconocido en el Adam de la última película de Andrew Haigh, ese escritor que, a través de un doloroso ejercicio de memoria, trata de reconocerse y aceptarse. Un hombre que, aislado en uno de esos edificios terroríficos en los que sobrevivimos a la modernidad, necesita volver al niño que fue y hablar todo lo que calló con s

PACÍFICO FUTURO. Las guerras de nuestros antepasados

  “Las guerras están en nuestro huevos, y habrá guerras mientras los hombres tengamos huevos”   Palabra, cuerpo, voz. Eso es el teatro. Tres elementos bastan para que una historia, desde el escenario, nos hable de nosotros mismos. Si ese triángulo baila y remonta el vuelo, no hacen falta más artificios. La verdad salta a las butacas y nos aprieta el corazón como si quisiera extraer de él lo mejor desconocido. Cuando ese milagro se produce, el espectador sale a la calle con la sensación de haber vivido una especie de ritual laico, una suerte de epifanía, de esas que hacen que respiremos mejor, como cuando nuestras madres nos ponían sobre el pecho  vicksvaporub . Así fue como el viernes salimos del Gran Teatro tras haber sido testigos de la historia de Pacífico. La espléndida adaptación de uno de los libros más hondos y complejos de Delibes,  La guerra de nuestros antepasados , hecha por Eduardo Galán, tiene la gran virtud de que en ningún momento arrastra el peso de lo que originariamen

ZORRA: ¿RESIGNIFICAR O DESMONTAR?

  La reapropiación con un sentido positivo de un término que tradicionalmente ha servido para descalificar y devaluar es siempre   un proceso complejo . Entre otras cosas, porque la discriminación, que siempre supone humillación, pasa siempre por los cuerpos y las vivencias de las personas que la sufren, por lo que es complicado   dar el paso de la experiencia personalísima a la que podríamos considerar colectiva o política . Nunca, por lo tanto, los procesos de resignificación son completos o universales. Pensemos, por ejemplo, en cómo  la validación de un insulto  como maricón no es lo mismo en un contexto de gais urbanos y empoderados que en un entorno rural o en la experiencia de un adolescente que ande perdido entre la búsqueda de su identidad y la necesidad de aceptación por el grupo. Por lo tanto, la resignificación de una palabra no es nunca el resultado de un acto o acontecimiento concreto sino más que bien es  la consecuencia de un largo itinerario de luchas , vindicaciones y

ENAMORARSE DE Y CON ANA BELÉN

Cuando se conoció que Ana Belén y los Javis serían los conductores de la edición de este año, Paloma Rando, una de las guionistas del evento, escribió en  El País que “presentar los Goya es como enamorarse”. Una tarea compleja, incierta, apasionante. A veces sale bien, otras es un desastre. Este 2024, para mí, como supongo que para tantos españoles con los que comparto décadas de transiciones y desesperanzas, el enamoramiento está asegurado de antemano. La genial idea de mezclar generaciones diversas y, en principio, artistas que poco tienen en común, se suma al hecho de que sea Ana, la Pilar Cuesta que lleva tantos años siendo parte de nuestra memoria y de nuestro presente, la que esa noche de sábado trate de seducirnos para que celebremos el cine español. Esa endeble industria en la que últimamente se están abriendo ventanas cada vez más plurales y a las que, sin embargo, todavía muchos siguen mirando como si no tuvieran que ver con nosotros. Como si no fueran también espejo donde se