No es mera casualidad que nombres de mujeres aparezcan con relativa frecuencia entre los/as galardonados/as con el Premio Nobel de la Paz. Como han demostrado en distintas etapas de la historia, han sido mayoritariamente ellas las que han buscado fórmulas pacíficas de gestión de los conflictos, cauces para el diálogo y, en definitiva, como bien escribió Virginia Woolf en su pacifista Tres guineas "nuevos métodos y nuevas palabras". Y no lo han hecho porque de manera natural, o biológica incluso, ellas sean más "pacíficas" que nosotros - también ha habido mujeres guerreras, gobernantas intransigentes y reinas despiadadas -, sino porque su exclusión de los poderes así como su socialización en la "ética del cuidado" las ha convertido en individuos con talentos y capacidades alejadas de las competitivas, violentas y autoritarias que rigen el espacio público de los varones.
Precisamente por ello, y ahora que los dos grandes partidos de nuestro país se pelean por ver cuál lleva más mujeres como cabeza de lista, todos deberíamos asumir que la clave de la igualdad de género - y, por tanto, del desarrollo democrático - se halla en encontrar en esos nuevos métodos y esas nuevas palabras. Por supuesto que es necesario, y justo, que haya más mujeres tomando decisiones, en los puestos de responsabilidad, pero mucho más es que lo hagan de manera distinta a como tradicionalmente lo hemos hecho nosotros. Y ello pasa por transformar lo público con los valores que emanan de lo privado, por revisar la estructura de espacios y tiempos aún deudora del régimen patriarcal y, muy especialmente, por revisar una masculinidad hemegónica que tanto mal a hecho al mundo, a las mujeres y a nosotros mismos. Sólo así todos y todas, mujeres y hombres, podremos gestionar de manera co-rresponsable y pacífica el poder.
Por todo ello, y en mitad de un otoño tan cálido en lo meteorológico pero tan frío en lo demás, es tan relevante que el rostro de estas tres mujeres galardonadas con el Nobel de la Paz aparezca en todos los medios y nos dé un toque de atención a los que creemos en la igualdad como motor del futuro. Tres mujeres además de ámbitos geográficos que no forman parte de ese espacio privilegiado del planeta donde estamos muriendo de éxito y, pese a ello, no dejamos de mirarnos el ombligo. Miremos, pues, hacia estas tres mujeres y tengamos muy presente su valentía. Ellas nos recuerdan que el mundo o será paritario o no será. Y ello pasa, por ejemplo, por hacer como Leymah Gbowee, una de las premiadas: la liberiana, madre de 6 hijos, creadora del Movimiento de Mujeres por la Paz en Liberia y que, entre otras cosas, y siguiendo el rastro de "Lisístrata", capitaneó la negativa de ellas a tener sexo mientras que ellos siguieran matándose a tiros. Incluso llegaron a encerrar a los hombres hasta que asumieran la necesidad del diálogo. Todo un ejemplo para el mundo y muy especialmente para los y las que siguen pensando que tomarse la igualdad en serio es jugar con las mujeres como piezas de un mecano en las listas electorales.
PD: La noticia del Nobel de la Paz a estas tres mujeres aparece en la web de EL PAIS justo al lado de una penetrante publicidad del nuevo magazine del periódico dedicado al Estilo y la Moda y en el que, claro está, se sigue jugando con la imagen de la mujer como objeto, es decir, con el burka que las occidentales no quieren reconocer. Mientras que no superemos estas hirientes paradojas la igualdad de género no pasará de ser, como estamos viendo, moneda de cambio en la competición electoral.
Galardonadas las liberianas Ellen Johnson-Sirleaf, presidenta del país africano, Leymah Gbowee, activista por los derechos de la mujer africana, y la opositora yemení Tawakul Kerman
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