La soledad de Mary
El tiempo, la rutina, la búsqueda de la felicidad. La última película de Mike Leigh vuelve a hablarnos de los temas de siempre, de los realmente importantes para cualquier ser humano, y lo hace desde la sencillez. Una sencillez que, no nos engañemos, es compleja porque pone al descubierto nuestras luces pero también nuestras miserias, nos hace sonreír pero también nos incomoda. Ahí radica la maestría del director inglés: en su capacidad para extraer de lo cotidiano una mirada universal.
Afortunadamente en esta época de tantas sombras, Leigh opta por una mirada optimista, amable, cálida, que nos permite reconciliarnos con nosotros mismos y con la vida. A través del recorrido por las cuatro estaciones del año, la película nos muestra una galería de personas insatisfechos, incluso doloridos - inmensa Imelda Stauton en su breve intervención del principio - , que se mueven alrededor de un matrimonio insultantemente feliz: el compuesto por Gerri (Ruth Sheen) y Tom (Jim Broadbent). Esta entrañable pareja, dibujada en la eterna sonrisa de ella y en el gesto dulce de él, abren su casa, sus oídos, su jardín, sus pasteles y su huerto, para que en ellos los demás suelten lastre y sean capaces de encontrar un motivo, aunque sea pequeñito, para seguir viviendo. Todos necesitamos que nos escuchen podría ser un buen subtítulo para una película que muestra cómo la soledad es la que con más dureza nos hace infelices. Y que tal vez la vida - desde su primavera hasta el invierno - no sea más que una huida de las habitaciones vacías y una compleja gestión, en su caso, de los días compartidos.
Por encima de todas las criaturas que recorren esas cuatro estaciones, Mary (maravillosa Lesley Manville), compañera de trabajo de Gerri, ahogada en la soledad y en un tiempo que se le escapa. Tragicómica mujer atrapada en una permanente búsqueda que no hace más que depararle fracasos. Empeñada en lograr una cuota de felicidad, aunque sea a través de un coche pequeño y rojo que, al final, le acaba provocando más dolores de cabeza que alegría. Buscadora de un hombre que la mime y la desee. Abrumada por los años que juegan en su contra. Necesitada de un abrazo que le demuestre que no está sola. Ella es, sin duda, la protagonista de la película. Porque, aunque nos duela reconocernos, todos acabamos teniendo algo de Mary y de ese coche rojo que un día compramos para movernos por la ciudad.
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