Todavía recuerdo el día que Dulce Chacón, sentada al lado de Pepita, me firmó mi ejemplar de "La voz dormida". Le conté que hacía tiempo que una historia no me emocionaba tanto. Y ella, en su dedicatoria, me dio las gracias por mi emoción. La que todavía hoy me atraviesa cada vez que recuerdo la dulzura de la autora y la mirada, entre tímida y herida, de su personaje. LA VOZ DORMIDA cuenta, a través de la historia de las hermanas Pepita y Hortensia, tantas historias invisibles, que es imposible no sentir un tremendo desgarro al leerla. Más allá de su calidad literaria, que la tiene, la novela de Dulce te rompe el alma en pedazos al reconocer la voz de las mayores víctimas de nuestra guerra: las mujeres. Las que, en cualquier conflicto, son las que más pierden, las más heridas, las más discriminadas. Era muy complicado que una película captase la hiriente emoción de la novela. Benito Zambrano ha optado por una versión caligráfica, poco arriesgada, un tanto antigua, que p