En la rueda de prensa
concedida hace una semana con motivo del Goya de Honor que recibirá el próximo
sábado, Ana Belén reclamaba conseguir en la pantalla papeles
tan complejos y llenos de aristas como
los que suelen darle a sus compañeros varones. Algo de lo que no suelen
disfrutar las actrices en general y no digamos las que sobrepasan la edad que
marca el mercado como frontera. Un lastre que, como comprobamos cada año, no
sufren los actores, siempre con oportunidad de interpretar tipos duros, sujetos enrevesados y hasta galanes sin que
importen las arrugas, el pelo cano o incluso la falta de pelo. De hecho son
numerosos los actores que justo despliegan sus mayores talentos cuando
llegan una cierta “madurez” en la que para ellos no cuenta, o al menos no es
tan determinante, el poderío físico. De
esta manera, la Fortunata televisiva y la Desideria que nunca hubiera imaginado
Antonio Gala volvía a poner el dedo en una de las llagas que siguen haciendo
del cine, y muy especialmente del español, un constructor de relatos
androcéntricos en los que el protagonismo corresponde al sujeto hegemónico
masculino. En este sentido, cuando
colectivos como CIMA (Asociación de Mujeres cineastas y de medios audiovisuales,
http://cimamujerescineastas.es/
) o AMMA (Asociación Andaluz de mujeres de los medios audiovisuales: http://aammaudiovisual.com/aamma/)
reivindican una mayor presencia de las mujeres en nuestro cine no están
planteando una cuestión meramente cuantitativa, que también, sino sobre todo
están llamando la atención sobre la necesidad de contar con las miradas de la
mitad femenina y de, por tanto, ofrecer
otros relatos mediante los cuales podamos explicar la realidad en la que
vivimos.
No es necesario volver a reiterar aquí los datos que año tras
año nos siguen demostrando la discriminación, tanto horizontal como vertical,
que sufren las mujeres en los medios audiovisuales. El repaso de las
candidaturas a los Goya de este año vuelve a confirmarnos la evidencia. Pese a
que nos llevamos la sorpresa de que las cinco cintas candidatas al galardón
tienen una mujer en la producción, y de que tres mujeres y un hombre compiten
por el Goya a la mejor dirección de producción, la presencia femenina continúa
siendo escasa en las categorías más importantes. Solo destacan dos nombres:
Nely Reguera, candidata a la mejor dirección novel por María (y los demás), e
Isabel Peña, que compite por el guión original de Que dios nos perdone. Por
supuesto hay muchos nombres femeninos en diseño de vestuario, maquillaje y
peluquería, frente a la omnipresencia masculina en dirección, fotografía,
montaje, dirección artística, sonido o efectos especiales. Además, tanto las
películas de habla hispana como las europeas nominadas en los apartados correspondientes
han sido todas dirigidas por hombres.
Pero, insisto, no se trata solo de una cuestión de
porcentajes, que ya por sí solos nos deberían hacer sospechar - el feminismo como "filosofía de la sospecha", Amelia Valcárcel dixit - de un ámbito
creativo en el que una mitad aparece tan subrepresentada con respecto a la otra.
Se trata de una cuestión ligada a qué tipo de imaginario estamos creando como
sociedad, a qué patrones ofrecemos como referente en las pantallas y, por
tanto, de qué manera desde un ámbito cultural tan potente cómo el cine estamos
consolidando estructuras de poder o bien revolucionándolas. En este ámbito, como en cualquier otro espacio
público o profesional, es muy importante que podamos ver mujeres y hombres
ocupando responsabilidades en condiciones de igualdad, entre otras cosas para
que las chicas y los chicos de este país vayan construyendo en su cabeza la
imagen de una mujer directora, o autora de una banda sonora o responsable de la
fotografía o montaje de una película. No se puede ser ni desear ser aquello que
no se ve, por lo es educativamente muy importante que veamos mujeres ocupando
posiciones que históricamente solo hemos ocupado nosotros. Pero es que, además,
necesitamos que se nos cuenten otras historias, que pongan el foco en otros
ángulos, que nos ofrezcan otros protagonismos, que superen, entre otras cosas,
el dominio casi absoluto de un relato cinematográfico dominado por el heroísmo
masculino y la accesoriedad femenina. Un superficial repaso a las historias que
nos cuentan las películas que compiten a la mejor producción de este año en los
Goya bastaría para confirmar cómo el cine español continúa dominado por una muy
delimitada construcción de las subjetividades masculina y femenina y de las
relaciones entre ambas. Como ya expliqué hace unos meses al conocer las
nominaciones, “dirigidas <<lógicamente>> por hombres, las cinco
finalistas nos servirían para montar una clase perfecta sobre el modelo
dominante de virilidad y, en paralelo, sobre la subordinación femenina. En
cuatro de ellas, los protagonistas absolutos son hombres y las mujeres apenas
son personajes mínimos que poco o casi nada añaden al relato principal” (http://elpais.com/elpais/2016/12/16/mujeres/1481892281_146057.html)
No olvidemos que en la que ellas son protagonistas absolutas, Almodóvar
vuelve a ofrecernos un retrato de mujeres dominadas por las pasiones y que viven en función o como consecuencia de
lo que para ellas marcan los hombres, aunque como sucede en Julieta, su aparición en pantalla sean
tan limitada. La ausencia masculina es en el cine del manchego expresión de la
supremacía privilegiada de ellos como factor determinante de la presencia
subordinada de ellas. Es evidente que el director de Hable con ella no ha leído a Marcela Lagarde (http://www.huffingtonpost.es/octavio-salazar/almodovar-y-los-cautiveri_b_9660226.html)
Frente al éxito de la ira, de los hombres de mil caras, de
los monstruos que redimen niños a los que se les mueren las madres o de los
chicos salvajes que finalmente son perdonados por Dios, me inquieta la
poca atención que han merecido, salvo en los apartados interpretativos,
propuestas tan radicalmente distintas como El
olivo de Iciar Bollaín o la emocionante La
puerta abierta de Marina Seresesky. Basta mirar con atención estas dos
obras para entender a qué me refiero cuando hablo de otra mirada o de qué habla
Ana Belén cuando reclama personajes tan ricos como los que suelen darles a los
varones. Espero pues que la que siempre fue valiente mujer de la calle del Oso,
y que va a recibir una distinción que desde 1986 solo han recibido 5 mujeres, reivindique el próximo sábado un cine español con
miradas más plurales y con historias que muestren que, efectivamente, ellas no
son solo La mitad de cielo, como nos
recordó Manuel Gutiérrez Aragón, sino que también lo son de la Tierra. Y que
por tanto la Humanidad no será inteligible mientras que ellas no sean sujetas
activas de los relatos y protagonistas autónomas de sus vidas. Es decir, mientras
que continúen condenadas a acabar como “vacas sin cencerro” por culpa de los
hombres o tengan que morir en el intento de ser mujeres.
PUBLICADO EN THE HUFFINGTON POST, 3 DE FEBRERO DE 2017:
http://www.huffingtonpost.es/octavio-salazar/como-ser-mujer-y-no-morir_b_14572762.html?utm_hp_ref=spain#
http://www.huffingtonpost.es/octavio-salazar/como-ser-mujer-y-no-morir_b_14572762.html?utm_hp_ref=spain#
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