DIARIO CÓRDOBA, 26-3-2012
Sostiene Pereira que el domingo ha sido gris y tristón. La atmósfera ha estado pesada y la luz parecía más de otoño que de primavera. Sostiene Pereira que una profunda melancolía lo ha tenido prisionero durante todo el día, como si le faltara aire para respirar y le resultara imposible mirar hacia el futuro. Ni siquiera ha logrado dormir la siesta y ha escuchado con envidia que Griñán lo hiciera durante más de dos horas. La calle ha estado silenciosa como cualquier domingo y él, durante toda la mañana, estuvo pensándose si cruzarla y entrar en el colegio electoral. Recordando sus luchas libertarias, su compromiso de años, la historia que durante todo el día ha estado removiéndole las tripas. Contemplando con bastante angustia el mapa azulado y omnipotente. Acariciando con sus dedos rígidos por la artrosis sus viejos periódicos, su maletín lleno de recuerdos, la fotografía de la compañera que nunca dejó de hablarle y que hoy parecía insistirle en que no faltara a su deber cívico.
Sostiene Pereira, mientras sigue emocionado la competición de los porcentajes, que la democracia no es sólo un juego sino también un modo de vida, una arquitectura ética y una herramienta para la construcción de horizontes. Por ello siente que en estos últimos tiempos su ideal ha sido sacudido no sólo por vientos neoliberales que la empequeñecen sino también por unos responsables públicos que parecen haber olvidado que su deber es vivir para y no de la política. Sostiene el viejo luchador, cuando contempla cómo el rojo avanza por el Sur, que ojalá los resultados sirvan para que la izquierda se plantee de una vez por todas su lugar en el mundo, la responsabilidad enorme que asume frente a la ley del más fuerte y el rumbo que deberá liderar en forma de políticas que nos salven del miedo y la incertidumbre.
Sostiene Pereira que, pese a las corrupciones, la mediocridad de las listas y la ausencia de un proyecto ilusionante, la izquierda se ha mantenido firme, como esa isla última en la que naufragar y hacer posible, una vez más, el milagro de multiplicar los panes y los peces. Ahora sólo espera que mañana los periódicos no digan que el pueblo andaluz se ha equivocado o que ha sido prisionero de sus servidumbres. Al tiempo que ansía contemplar la dimisión inmediata de Arenas y de todos los que le acompañaron en décadas de fracasos, espera con la ilusión de un niño que el partido socialista asuma que, pese a tanto error en su estrategia y en su liderazgo, la ciudadanía ha vuelto a otorgarle un voto de esperanza. Y que han sido muchos y muchas los que se han quedado en casa, o se han tapado la nariz al coger la papeleta o han pensado desde el corazón que ya sabemos que tiene razones que la razón no entiende.
Sostiene Pereira que, sin esperarlo, esta noche la saudade , si bien no ha desaparecido, se ha refugiado en un rincón en el que espera, como mínimo, anestesiarla. No puede evitar que un reguero de tímida alegría, cauta y madura, le recorra el cuerpo del que se resiste a darlo todo por perdido. Siente hasta una cierta ternura por las palabras torpes y adelantas de Antonio Sanz y por todos los que, como él, olvidaron que son las urnas las que tienen la última palabra. Sostiene Pereira, mientras se prepara su omelette a las finas hierbas, que continúan los tiempos difíciles aunque espera que todos aprendan las lecciones de esta noche democrática. En la que, despejada la melancolía, recuerda la mirada frágil de Tabucchi y la brisa de corazón que un día le cantara Dulce Ponte
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